La 17ª jornada de Segunda

No se ve nada. La contracrónica del Real Zaragoza-Albacete

Sin paños calientes, el Real Zaragoza es un desastre, sobre todo, en una Romareda que, escenario de un indigno desfile de despropósitos que alcanza a todos sin excepción tras cuatro derrotas en los seis últimos partidos, ya no puede más. Asoma la crisis y es la hora de asumir responsabilidades, trabajar duro y dejar de señalar al de al lado. 

Iván Azón se duele en el suelo durante el partido ante el Albacete.

Iván Azón se duele en el suelo durante el partido ante el Albacete. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Jorge Oto

Jorge Oto

Hace demasiado frío como para andarse con paños calientes. El Real Zaragoza es un desastre, sobre todo, en La Romareda, escenario de un indigno desfile de despropósitos que este sábado ya advirtió, con la mayor bronca del curso, que no está dispuesta a aguantar mucho más. Cuatro derrotas en los seis últimos partidos disputados en casa suponen un registro insostenible. Y ya no hay excusas. Esta vez, el drama no fue ante un rival mayúsculo que aspira a todo. Ni frente a un adversario valiente. Ni contra un muro. No. El Zaragoza fue incapaz de hacerle un solo tanto al equipo más goleado de la categoría que, además, bien pudo ganar por una renta mayor al estrellarse tres veces con la madera. Ha tocado fondo un equipo aragonés en el que todo es un caos. Arriba y abajo. En el campo y en el banquillo. Llegó la hora de apechugar, trabajar duro, asumir responsabilidades y dejar de señalar al de al lado, algo, por otra parte, habitual en los últimos años en este club.

Para enderezar el rumbo lo primero es reconocer que se ha perdido. Y este Zaragoza, que solo se encuentra a gusto con espacios y sin la obligación de tener un balón con el que rara vez sabe qué hacer (de ahí su notable rendimiento fuera de casa, donde puede correr más que pensar) es un equipo tan desnortado como vulnerable en casa, donde no es capaz de imponerse si no es mediante un gol tempranero que le conceda esos espacios sin los que queda sometido a merced de cualquiera que tenga un plan. Y, ahí, el que está naufragando es Víctor, obcecado en meter como sea a futbolistas llamados a ejercer de referencia y que quizá no estén capacitados para ello. Esta vez fue un rombo, rescatado después de un infructuoso estreno hace unas semanas. Nada. Ahí, en esos futbolistas incapaces de dar el paso al frente que se les exige y para lo que se les fichó, reside otra razón de peso de la caída en barrena.

El Zaragoza fue incapaz de hacerle un solo tanto al equipo más goleado de la categoría

No se ve nada en el Zaragoza. Y no es por la niebla. No se juega a nada, se hacen cambios a destiempo, se gastan ventanas pero no se agotan cambios y se apela constantemente a la necesidad de fichar (que la hay, Y bien) en un mercado de invierno que sirve para todo. Para justificar desastres, para alimentar esperanzas y, de paso, pasar cuentas. Y así le va a un Zaragoza en el que, de una vez, se impone la autocrítica. Desde los despachos hasta el terreno de juego. Porque todos están fallando. Todos. Y ahora hay tiempo para corregir. Con lo que hay y sin esperar un mes. Ya se sabe dónde conduce la condescendencia y mirar hacia otro lado. Ahora no se ve nada. Está oscuro. Que alguien dé la luz. 

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