La opinión de Sergio Pérez

Jair, Clemente y el tremendo galimatías de Víctor Fernández en el Real Zaragoza

El Real Zaragoza no gana un partido desde principios de noviembre. En Eibar profundizó en su crisis de resultados y juego. Víctor Fernández no da con las soluciones

Enrique Clemente se lleva las manos a la cabeza en una acción del partido de Eibar, con Azón a su lado.

Enrique Clemente se lleva las manos a la cabeza en una acción del partido de Eibar, con Azón a su lado. / CARLOS GIL-ROIG

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

El Real Zaragoza no gana un partido desde principios de noviembre, cuando derrotó al Granada en La Romareda. En este tiempo ha acentuado una caída que ya venía dibujando semanas antes de aquella lejana victoria aunque de manera más tenue. La derrota en Eibar agranda un agujero que empieza a cobrar una dimensión importante. La palabra crisis ya es compatible con el momento: crisis de resultados y de juego. Ipurua ha sido la última muestra de lo que lleva semanas ocurriendo. El equipo no está y a Víctor Fernández se le está escapando de las manos. Nada de lo que prueba acaba funcionando, tampoco la línea de cinco atrás. En Riazor pareció que quizá, en Eibar se derrumbó estrepitosamente frente a un rival de mayor entidad.

Desde que superó al Granada, el Real Zaragoza ha empatado cuatro encuentros y ha perdido dos. Ese bagaje, 4 puntos de 18 posibles, es lo que ha exagerado su despeñamiento en la clasificación, cada vez más lejos del ascenso directo y perdiendo posiciones poco a poco frente a la zona de playoff. En el horizonte se han perdido aquellos días veraniegos en los que el equipo miraba a todos los rivales desde la cúspide de la tabla.

Ha habido numerosas causas que han provocado esta profunda crisis de resultados, pero principalmente están asociadas al declive en el nivel de juego, a la pérdida absoluta de identidad con tanto ir y venir sin destino claro, a que el plan inicial del técnico ha mutado en planes secundarios que tampoco funcionan, a las bajas de hombres claves como Bazdar o Soberón, a la falta de rendimiento de fichajes fundamentales del verano como Aketxe, a la ausencia total de seguridad defensiva, a errores individuales que han costado muchos puntos, a la poca fiabilidad colectiva, a cierta carencia de oficio y de control en el centro del campo y a una clara pérdida de acierto ofensivo, el gran activo del arranque de Liga y lo que mantenía arriba al equipo.

Ante la acumulación de problemas, Víctor Fernández se ha visto obligado a probar diferentes soluciones, todas sin éxito, hasta llegar al punto en el que ahora mismo se encuentra. Ante la persistente endeblez atrás, el entrenador decidió refugiar al grupo en una línea de cinco atrás, que pareció darle más solidez en Copa con el Granada y luego en La Coruña. El Zaragoza mejoró circunstancialmente su imagen, pero no sus resultados. En Eibar sepultó cualquier atisbo de resurrección y se trajo un carro mayor de dudas en el maletero.

En esa apuesta por un modelo en ningún caso prioritario cuando arrancó la temporada, Fernández ha dado una evidente marcha atrás en algunas de sus ideas, especialmente con Jair Amador, al que no quiso en el proyecto el pasado verano y con el que vivió un episodio feo en el estreno en Cádiz. Algo similar, aunque distinto, le ha ocurrido con Clemente, petición expresa suya y caído en desgracia por varios fallos groseros. Con la implantación del plan de cinco atrás, el canterano volvió  al once. En Ipurua, los dos salieron en las fotos de los goles. Partidos malos los suyos, como los del resto de sus compañeros.

En este terremoto de modificaciones, solo Lluís López había conservado su jerarquía. Con ellos y con una nueva idea, Víctor buscaba ganar seguridad, cohesión y fortaleza. Por los costados, porque la cabra siempre tira al monte y su querencia siempre será ofensiva, el técnico había dejado que volaran Luna y Calero, en un lugar antinatural y a pierna cambiada. La derrota en Eibar, por el fondo y sobre todo por la forma, con una preocupante carga de impotencia, multiplican la preocupación y constatan que Fernández está hecho un lío y metido en un galimatías al que no le encuentra salida.

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