La opinión de Sergio Pérez

La temporada de la gloria absoluta o del gran chasco con Víctor Fernández

La plantilla del Real Zaragoza se hizo bajo la supervisión total del entrenador, la figura plenipotenciaria de esta temporada

Víctor Fernández gesticula en la banda en Ipurua.

Víctor Fernández gesticula en la banda en Ipurua. / CARLOS GIL-ROIG

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

A principios de septiembre, en la jornada número cuatro, el Real Zaragoza era líder de Segunda después de un arranque de campeonato convincente con algún partido extraordinario como el debut en Cádiz. Durante 16 partidos consecutivos, con el condicionante de que había varios encuentros aplazados que hacían la realidad algo ficticia, el equipo se mantuvo siempre entre los seis primeros. En la jornada 19, ocupa el puesto duodécimo a cuatro del sexto clasificado y su crisis de resultados y de juego se ha agudizado tras una derrota muy fea en Eibar, sin ni siquiera espíritu competitivo y unas lagunas colectivas e individuales tremendas.

Dieciséis puntos de los últimos 45 explican la caída hacia la zona media-baja de la tabla del Real Zaragoza. En la búsqueda de una solución que no ha encontrado, Víctor Fernández ha probado diferentes variantes tácticas durante estas últimas semanas, con cambios constantes de planes y de jugadores, algunos de manera sorprendente, metiendo y sacando piezas sin ton ni son y agarrándose a clavos ardiendo en los que finalmente se ha quemado. El derrumbamiento y la pérdida de nivel han continuado. La baja de Bazdar, el futbolista de más calidad y distinción sin ninguna duda, ha tenido unos efectos muy negativos y la de Soberón también hizo daño: había hecho muchos goles con muy pocos remates.

Para bien o para mal, que a la temporada le queda un mundo, mucho mayor del que parece, el Real Zaragoza 24-25 pasará a la historia como el proyecto que fue construido a imagen y semejanza de Víctor Fernández, siguiendo completamente sus directrices, deseos y voluntad. La figura del entrenador aragonés fue plenipotenciaria el pasado verano. El club se había echado en sus brazos la temporada anterior después de la desastrosa etapa de Julio Velázquez buscando un efecto calmante inmediato en la masa social que pronto consiguió. Sobre el césped, Fernández sufrió para llevar al puerto de la salvación a una plantilla que había heredado y con cuya configuración no comulgaba en absoluto.

Nada que ver con lo que ahora tiene entre manos. Un equipo construido bajo su total supervisión. El entrenador tuvo la última palabra en cada una de las operaciones que la SAD realizó para culminar la reconstrucción masiva que había exigido para continuar en el cargo, marcó algunos de los tiempos en el mercado, la dirección y los perfiles que había que contratar. El técnico fue quien dijo sí y quien dijo no. Dijo sí a los futbolistas que están en la plantilla y dijo a no a otros que nunca llegaron, algunos de los cuales están triunfando en Segunda y otros haciéndolo realmente mal. Se escaparon unos cuantos fichajes de los que Fernández consideraba primeras opciones y prioritarios por cuestiones económicas o simplemente de fuste deportivo, pero quienes finalmente llegaron lo hicieron con su aquiescencia, aunque varios no eran sus deseados al inicio del proceso. En la plantilla también se quedaron piezas que él hubiera preferido no quedarse.

El mando de Fernández fue grande en la confección del proyecto, al que le faltaron remates importantes en posiciones que están cojeando, sobre todo la defensa, donde el entrenador le dio unos galones exagerados a Lluís López. A partir de ahí se produjo una cadena de errores con algún fichaje incomprensible. El Real Zaragoza 24-25 es, sobre todo, hijo suyo. La SAD hizo básicamente lo que el técnico le pidió con el mayor límite salarial de esta etapa en Segunda.

A pesar de que ahora no lo parezca, el equipo aragonés está a tiempo de todo, algo que no debería olvidarse. Por el medio del camino queda todavía el mercado de enero, al que la SAD acudirá para intentar remendar fallos y mejorar el nivel de la plantilla en puestos donde claramente flaquea, como la defensa y el centro del campo. A dos jornadas para que termine la primera vuelta, que puede acabar bien en caso de dos victorias esta semana en casa ante el Oviedo y el Racing de Ferrol, o mal con algún tropiezo mediante, la pobreza de los resultados ha ido erosionando la figura de Víctor Fernández, que siempre llevará consigo un aura legendaria por sus históricas conquistas en la ciudad y también una serie de lastres que hace años que no gustan en las zonas nobles del club, tampoco ahora.

Ni la plantilla ni el entrenador están dando sus máximos. El equipo se hizo bajo el mando absoluto de Víctor y, por lo tanto, bajo su responsabilidad. El compromiso y la tarea de encauzar el rumbo es suyo. Recursos hay más de los que ahora parece y tiempo, también. Esta temporada no habrá medias tintas: en junio suya será la gloria o suyo el fracaso.

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