Real Zaragoza
Cristian Álvarez: "Me voy con la conciencia tranquila y sin espinas clavadas, nunca me traicioné"
El argentino derrocha corazón y zaragocismo en una despedida para la historia. “Ser zaragocista es ser de verdad”.

EN IMÁGENES | Así ha sido el acto de despedida de Cristian Álvarez como jugador del Real Zaragoza / Miguel Ángel Gracia
"Es demasiado para un pibe de Rosario, demasiado”. Visiblemente emocionado, la reacción de Cristian Álvarez tras el visionado del vídeo que el club le había preparado para envolver su adiós fue pura esencia de una figura que ya es leyenda y que, sin guion (“empecé a preparar algo pero me enredé”) y tirando de esa deliciosa verborrea, se despidió este martes oficialmente del fútbol en activo. Lo hizo en un antepalco repleto, con sus compañeros y todos los sectores del club arropando al futbolista, pero, sobre todo, al amigo. Cristian se va pero sigue. Sigue pero se va. Porque no volverá a parar un balón en La Romareda, ni a restregarse la cara para despistar al lanzador de un penalti con ese gesto carácterístico del que parece que nada va con él, pero continuará luciendo el escudo del león en el pecho como nuevo responsable de relaciones institucionales de la entidad, un cargo del que, admite, “aún no sé qué esperar, solo quiero transmitir zaragocismo y acompañar al club en este proceso de crecimiento que no me quiero perder. Decirle a la gente que todo va a ir bien”. Cuelga los guantes el mejor portero del Real Zaragoza en esta maldita y eterna etapa en Segunda y uno de los más queridos por una afición especialmente exigente con los porteros. Y a Cristian le adorará para siempre y se lo recordará en el homenaje que le tributará antes del partido ante el Burgos, donde se escenificará ese juramento de amor eterno.
“Lo que de verdad me gustaría es abrazar a la ciudad entera”, afirmó el meta antes de señalar el que considera el momento clave de su carrera como zaragocista. “Fue en Gijón, donde ganamos 0-1 con gol de Delmás. Era la jornada 18 o así y sentía que me estaba quedando sin fuerzas otra vez y que los fantasmas del pasado me venían a buscar y me decían que no iba a poder. El equipo no levantaba cabeza aunque yo estaba haciendo un gran partido. Marcamos en la segunda parte y a falta de cuatro minutos nos pitan un penalti en contra y el mundo se me vino abajo. No podía ser tanto drama y tragedia, que es lo que era eso entonces para mí en mi vida. Pedí y lo paré y aprendí que si lo intentas de verdad puede que te quedes sin fuerzas en algún momento pero hay una mano que te levanta y te saca para arriba. Ese fue el primer y gran momento”. El último fue hace bien poco, el definitivo. “Venía procesando el adiós desde hace tiempo pero ha sido con la última lesión cuando dije ‘hasta acá’ porque en los seis meses anteriores siempre tuve la esperanza de jugar, no vine a pasear., Quería volver y una oportunidad, pero mentalmente fui mermando pero a la vez descubrí otra faceta, la de conocer en profunididad a mis compañeros, y eso es lo más bonito que me llevo. Cuando dejé de pensar más en mí, salir de ahí, empatizar, mirar a mi alrededor y abrí mi corazón a los compañeros, empecé a olvidarme de mí. Y feliz. Me voy bien, con la conciencia tranquila y defendí los valores que me inculcaron en casa. Nunca me traicioné, y estoy contento, la verdad”.
“El momento clave de mi etapa aquí fue en Gijón, donde ganamos 0-1 con gol de Delmás. Era la jornada 18 o así y sentía que me estaba quedando sin fuerzas otra vez y que los fantasmas del pasado me venían a buscar y me decían que no iba a poder. El equipo no levantaba cabeza aunque yo estaba haciendo un gran partido. Marcamos en la segunda parte y a falta de cuatro minutos nos pitan un penalti en contra y el mundo se me vino abajo. No podía ser tanto drama y tragedia, que es lo que era eso entonces para mí en mi vida. Pedí y lo paré y aprendí que si lo intentas de verdad puede que te quedes sin fuerzas en algún momento pero hay una mano que te levanta y te saca para arriba. Ese fue el primer y gran momento”
Se va tranquilo, sereno, como es él. Sin dolor ni cuentas pendientes. Se va en paz. “Jugué 236 partidos acá y lo disfruté muchísimo. Cada vez que entraba en La Romareda era una locura y ser portero del Real Zaragoza me lo dio todo”, asevera el argentino, que lo deja claro. “No tengo una espina clavada, siempre perseguí el ascenso, lo intenté pero no se dio y, además, confió en estar ahí cuando llegue y lo voy a disfrutar y me sentiré parte de ello”.
En el camino queda la evolución del futbollista pero, principalmente, de la persona. “He ido descubriéndome a mí mismo y sintiendo cada vez más mía las calles y esta ciudad, que es parte de mí. Encontré gente sencilla, honesta, sincera. Cercanía”. Como aquella derrota cruel ante el Nuamancia en el playoff de ascenso en la 17-18, “el golpe más duro, el primero. Lo teníamos todo para subir, pero fue entonces, con la gente entregada a nosotros después del disgusto y despidiéndonos con el corazón, cuando me di cuenta de que quería seguir aquí”, recuerda el, meta, que a partir de ahora ejercerá de embajador de zaragocismo, un papel que borda. “A mis compañeros les diría que disfruten del fútbol, que es lo más lindo del mundo. Todo se reduce a disfrutar del fútbol con la gente que quieres”. Porque ser zaragocista “es ser de verdad, ser verdadero”. Corazón de león.
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