Real Zaragoza

El zaragocismo hace de tripas corazón y brinda un triste homenaje que Cristian no merecía

La decisión inentendible del Real Zaragoza de hacer el reconocimiento tras el partido provocó que el acto de despedida al argentino quedara totalmente deslucido por un hartazgo de la grada que ni el propio Cristian pudo apagar

Cristian, cantando con la afición durante el homenaje

Cristian, cantando con la afición durante el homenaje / Miguel Ángel Gracia

Arturo Pola

Arturo Pola

Zaragoza

Se arriesgaba el Real Zaragoza poniendo el homenaje a Cristian Álvarez, nadie sabe muy bien por qué, después del partido a que ocurriera lo que finalmente pasó. Viendo la lamentable trayectoria que lleva el equipo aragonés no era tan raro que algo como lo que ocurrió en La Romareda sucediera, pero aun así esa decisión le costó al portero argentino que el merecidísimo reconocimiento a su carrera quedara totalmente deslucido por el hartazgo de una afición que respetó a su leyenda pero que aprovechó cada resquicio del acto para cargar contra todos.

Tampoco es que el acto que preparó el Real Zaragoza, todo bastante previsible y sin ningún momento realmente emotivo, ayudara demasiado a apaciguar los ánimos. Sí que antes del partido, y antes del nuevo disgusto, el homenaje comenzó bien con un tifo del Fondo Norte blanco y azul con la silueta de la Puerta del Carmen, la que ha defendido el argentino hasta 236 veces, y en el que se podían leer las palabras Cristian y leyenda. El director general, Fernando López, le hizo entrega de la insignia de oro y brillantes del Real Zaragoza y el arquero hizo el saque de honor. Y hasta ahí llegó el honor del homenaje.

Manteo a Cristian sobre el césped de La Romareda

Manteo a Cristian sobre el césped de La Romareda / Miguel Ángel Gracia

Porque el pitido final desató la bronca generalizada en la grada con una pitada tremenda a la directiva y a los jugadores, que se tuvieron que quedar en el césped aguantando el chaparrón a la espera de la salida de Cristian. El que se salvó de la pitada, aunque no de los cometarios, fue Miguel Ángel Ramírez, al que no se le vio en ningún momento del acto. «¿Dónde está Ramírez?», se preguntaba la afición.

Seguía el ambiente muy bronco y ni la salida de algunos históricos del club como los guardametas Cedrún o Láinez ni la aparición de los amigos del argentino, entre ellos el rapero Kase.O, tranquilizaba los ánimos. Entonces sí, cuando apareció Cristian la grada se levantó, la afición hizo de tripas corazón y comenzó a aplaudir y a corear su nombre. El arquero se santiguó al tocar el césped de La Romareda y en el centro del campo le esperaba una gran camiseta con su nombre y Manolo Nieves, que le entregó unos guantes conmemorativos de la ocasión. 

Ni cerca de su sueño

Cuando le tocó el turno de recibir una camiseta firmada por el resto de sus compañeros, entregada por los capitanes, volvió la crispación a la grada y hasta el propio Cristian, que dio en muchos momentos la sensación de no saber dónde meterse, pidió calma a su afición. «Nada ha salido como lo hubiera soñado», reconoció el yaexportero en sus primeras palabras. Algo melancólico, Cristian aseguró para él «esto no había ido de ganar o perder, sino de defender la camiseta del Real Zaragoza con dignidad y con amor». «No os imagináis la fuerza que tenéis cuando estáis unidos», aseguró casi pidiendo clemencia.

El manteo al argentino llegó justo cuando llegaron los fuegos artificiales a los que la afición reaccionó casi con risas. No eran necesarios, el ambiente ya estaba lo suficientemente caldeado. Solo cuando el argentino dio la vuelta de honor junto a su hijo volvieron los aplausos y el momento más especial se vivió cuando el arquero se subió a cantar con la grada Gol de Pie. Entonces sí toda la afición, o lo que quedaba de ella, se animó y La Romareda sí que pareció por un instante la fiesta que se merecía Cristian Álvarez. Porque el homenaje al arquero quedó pobre, triste y en ningún momento estuvo a la altura de lo que se merecía su leyenda.

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