La 27ª jornada de Segunda
El Zaragoza mancha su historia. La crónica del Real Zaragoza-Burgos (0-1)
El equipo aragonés, lastrado por una excesiva expulsión, perpetra otra infamia y cae de nuevo en casa para prolongar su caída en barrena y ensuciar el mal parido homenaje a Cristian

No merece Cristian semejante maltrato. Ni de su equipo del alma ni del club, que jamás debió arriesgarse a que sucediera lo que acabó pasando. Las leyendas merecen muchas cosas, pero, sobre todo, respeto. Y lo que hizo el Real Zaragoza fue ensuciar la historia, que, junto a la afición, es de lo poco que le queda. La mancha es colosal. Alguna mente lúcida de las muchas que cobran del club debió prevenir lo que pasó y que ya pertenece, por deméritos propios, al amplio catalogo de ignominias y bochornos perpetrados desde hace demasiado tiempo.
Nadie merece pasar por lo que pasó Cristian, un zaragocista de los de verdad, como dice él. Por eso, el homenaje tributado a su figura debió estar desprovisto de cualquier atisbo de amenaza. Nada podía hacerle sombra, pero, sobre todo, la derrota y un ambiente crispado. Cristian merecía aplausos, agradecimiento eterno y lágrimas de emoción, no de rabia y desencanto. Ni él ni La Romareda ni el zaragocismo merecen este Zaragoza.
El drama no cesa. Tampoco la caída en barrena de un equipo que no le gana a nadie y que siempre tiene una excusa para justificar sus fracasos. Es decimosexto ya el conjunto aragonés y el descenso ya está solo a seis puntos. Arriba no miren, no vaya a ser que les dé un vahído. El Burgos, uno de los peores visitantes de la categoría, también ganó en La Romareda, que volvió a cargar contra Cordero y Ramírez. Que nadie dé esto por finiquitado, por si acaso. El fracaso es mayúsculo. Otra vez.
La excusa esta vez pasa por la rigurosa expulsión de Dani Gómez a comienzos de la segunda parte. El lamentable Sánchez Villalobos, otro indigno asistente al homenaje a una leyenda, mandó a la ducha al zaragocista por una entrada dura, sí, pero que bien pudo ser castigada con amarilla y punto. Y, claro, a este Zaragoza famélico, cualquier achaque le manda a la uci. Así que quedarse con uno menos durante tanto tiempo le llevó de cabeza a la extremaunción. Por supuesto, el Burgos acabó marcando y llevándose el partido, los puntos y todo lo positivo. Lo malo, que fue mucho más, se quedó aquí.
Hasta entonces, el Zaragoza, sin tres centrales y en rombo, había sido lo de casi siempre: poco. Mucha vigilancia defensiva, escasa llegada y nula creatividad. El Burgos, con similar patrón pero más calidad (manda narices), buscaba las cosquillas de la banda de Tasende y Atienza asustó pronto con un tiro cruzado poco antes de que Curro probara desde lejos a Femenías, sorprendente titular.
El Zaragoza solo daba señales de vida a balón parado. Aketxe estuvo cerca en un par de lanzamientos, sobre todo el segundo, que tocó en el larguero. Pero poco más. Espiau, un incordio total para Vital durante todo el choque, estuvo a punto de poner en ventaja a los suyos al borde del descanso pero no aprovechó el gran servicio de Córdoba y perdonó la vida a un Zaragoza al que La Romareda despidió ya con tímidos silbidos.
Apenas se habían recorrido los diez primeros minutos de la reanudación cuando el partido dio un vuelco definitivo. Dani Gómez, hasta entonces horrible, entró a destiempo a Florian Miguel preso de la frustración tras una pérdida provocada por una más que posible falta previa. No hubo tacos por delante ni patada alevosa, sino una entrada dura que bien pudo saldarse con amonestación. Sin embargo, el nefasto arbitraje del tal Villalobos se coronó con una roja que tampoco López Toca desdijo desde el VAR, lo que abocaba al Zaragoza, sin dientes ni sangre en los ojos, al más difícil todavía.
Fue valiente Ramírez al ordenar un triple cambio que mantenía la doble punta (Liso y Bazdar) y situaba a Keidi y Francho escoltando en el centro a Arriaga. El 4-3-2 mandaba a los aragoneses al orden y a la búsqueda de una contra rápida que tuvo Bazdar, pero el bosnio definió mal después de que Lluís López y Atienza gozaran de sendas ocasiones con dos cabezazos que no encontraron el destino perseguido.
El Zaragoza estaba ordenado, pero faltaba el desajuste de siempre. Tasende forzó un córner innecesario que el Burgos sacó en corto ante la parsimonia de su rival y Córdoba derribó a Femenías con un misil que acabó con su oponente y con la paciencia de La Romareda, que hizo de tripas corazón para despedir a Cristian como se merece. No como otros.
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