La opinión de Sergio Pérez

Los pitos a Lluís López y el optimismo de Miguel Ángel Ramírez

La afición de La Romareda silbó a su capitán. El entrenador prometió que los resultados llegarán a pesar de que verse se ve muy poco y lo que se ve es preocupante

Lluís López se lamenta después del 0-1 del Burgos en La Romareda.

Lluís López se lamenta después del 0-1 del Burgos en La Romareda. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

Era algo que podía pasar. Que el Real Zaragoza perdiera el encuentro y con el disgusto en el cuerpo, ni el primero ni el segundo ni el tercero de la temporada, Cristian Álvarez tuviera que saltar al campo para recibir un homenaje bien ganado en siete años y medio de extraordinarios y leales servicios que han ayudado a mantener con vida al equipo aragonés en una etapa llena de miserias, con todo tipo de sufrimientos y sin el objetivo del ascenso cumplido. El acto era merecidísimo, a la altura de su categoría legendaria. Su ubicación, absolutamente inoportuna.

Había acabado un encuentro trufado de polémica por la roja directa excesiva a Dani Gómez, que venía encendido de una acción anterior y fue abajo al suelo y a la pierna del rival como el séptimo de caballería, para llevarse por delante lo que hiciera falta, y por otro partido flojo del conjunto de Miguel Ángel Ramírez, que no da con la tecla en el terreno deportivo, no suma buenos resultados (5 puntos de 18 posibles) y parece que tampoco está comprendiendo dónde está. Visto lo visto, nadie le debe estar ayudando tampoco lo suficiente.

Por entonces, el Real Zaragoza había perdido con el Burgos, empate, empate y derrota en las tres comparecencias del canario en La Romareda, y habían sucedido cosas llamativas en la recta final del partido. La afición de La Romareda había silbado a Lluís López, que ni mucho menos estaba siendo el peor sobre el césped, después del 0-1 y cada vez que el central tocaba el balón. López es el capitán de este barco desnortado, por lo que la escena tuvo un alto grado simbólico y una carga de relevancia significativa. Algo no se hizo nada bien cuando se adjudicaron los roles en la plantilla el pasado verano. Los contrapesos se midieron muy mal.

Al acabar el encuentro, es obligado reiterar lo injusta que fue la expulsión de Gómez para entender la dureza del resultado, Miguel Ángel Ramírez volvió a lanzar un mensaje de optimismo, que contrasta con sus números, con el desempeño de su equipo (defensivamente bien aseadito, con los errores propios del perfil bajo de algunos de los jugadores que dirige, pero sin ningún colmillo ofensivo ni capacidad para crear) y con dónde está ahora mismo el Real Zaragoza: decimosexto, solo seis puntos por encima de la zona de descenso.

“No sé cuándo van a nacer los frutos, pero se están dando los pasos en la dirección correcta y los resultados llegarán”. Verse se ve poco por mucho esfuerzo que uno haga mirando hasta debajo de la más trabajada propuesta táctica y del dibujito que uno quiera para buscar explicaciones forzadas. Verdaderamente, el entrenador lleva muy poco tiempo en el Real Zaragoza: mes y medio. Es el heredero en el banquillo de Víctor Fernández, factor que siempre hay que ponderar, y de una dinámica espantosa que él prometió mejorar y que, por ahora, no ha hecho más que darle continuidad.

Estamos delante de un técnico con un perfil de plazos largos que ha cometido muchos errores de todo tipo en muy poco tiempo, Pero habrá que creerle. Más vale que la fe se convierta en poderosas razones. Y en puntos. Porque en su mano está el futuro del Real Zaragoza.

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