La opinión de Sergio Pérez

El gran dolor de cabeza de la actual propiedad del Real Zaragoza

Mientras la economía del Real Zaragoza ha ido mejorando de manera progresiva y con pasos grandes, los resultados del equipo sobre el césped han seguido siendo malos

Jorge Mas, en el centro, en el palco del partido frente al Oviedo en La Romareda, su última visita.

Jorge Mas, en el centro, en el palco del partido frente al Oviedo en La Romareda, su última visita. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

En cualquier otro orden de la vida, esta sociedad anónima marcharía viento en popa. La deuda del Real Zaragoza cada vez está más rebajada y los resultados económicos son buenos. Al frente hay un grupo de inversores potente como sustento, capaces de afrontar con solvencia continuadas ampliaciones de capital, de invertir más de 53 millones de euros entre unas cosas y otras en solo dos años y medio y de hacer crecer el límite salarial hasta el punto más alto de esta etapa en Segunda: 11,7 millones de euros.

Además, en el horizonte se dibuja una nueva silueta, que perfilará el futuro de la SAD y de la ciudad en el medio plazo. La construcción de un nuevo estadio ya está en marcha y con fecha de finalización: 2027. Una obra arquitectónica que meterá al club y a la ciudad en otra dimensión, en la modernidad, gracias al importantísimo esfuerzo público y a la voluntad política por llevarla a cabo de camino y con los ojos puestos en las siguientes elecciones autonómicas y municipales.

Si el Real Zaragoza fuera solo un conjunto de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones saldría ganador de este juego. Sin embargo, el principal objetivo de la productividad de esta empresa es ganar partidos y acumular puntos en busca de una meta que los principales ejecutivos de la SAD han verbalizado con todas sus letras desde su llegada y todavía con más énfasis esta temporada: el ascenso.

Es en esa cuestión donde la actual propiedad tiene su gran talón de Aquiles, un gran dolor de cabeza. Ahí está el origen de los problemas que los malos resultados siempre producen en el fútbol: inestabilidad, crisis deportivas, frustración y enfado social. En su primera temporada, la 22-23, el equipo terminó en el puesto decimotercero con 53 puntos, a catorce del sexto y a 19 del segundo. En la segunda, la cosa todavía empeoró. El Real Zaragoza finalizó la Liga decimoquinto con 51 puntos, a trece del playoff y a 20 del ascenso directo.

Este año, con 15 jornadas por delante marcha decimosexto, con solo seis puntos de renta sobre la zona de descenso. Suma 34, a once del sexto y está a 14 del segundo clasificado. Es decir, mientras la economía de la SAD ha ido mejorando de manera sensible en estos dos años y medio, la situación deportiva se ha mantenido en una línea mustia y sin ninguna alegría, muy lejos de los objetivos.

Por el momento, y a pesar de la fuerza económica de la propiedad, el Real Zaragoza no ha abandonado su mediocridad sobre el césped. Ha cambiado entrenadores (Carcedo, Escribá, Velázquez, Fernández, Navarro y Ramírez) y le ha dado la vuelta a la plantilla varias veces. De momento, sin éxito y sin encontrar el camino de la redención ni siquiera con una importante masa de base en el límite salarial.

Estamos delante de una cuestión de alcance estructural que afecta a todo el club, una situación que obligará a una modernización a corto y medio plazo para mejorar procesos y funcionamientos, pero fundamentalmente ante un problema de desacierto en la elección de jugadores y entrenadores, de bajo rendimiento de algunas buenas apuestas (este año hay ejemplos manifiestos como Aketxe o Adu Ares), de dificultad para sobrellevar la camiseta o de deficiente gestión de asuntos estrictamente deportivos. El dinero, que lo ha habido, no se ha aprovechado bien por circunstancias de diferente consideración o porque directamente se ha gastado mal.

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