La 28ª jornada en Segunda
La pena de ser ciego en Granada. La contracrónica del Granada-Real Zaragoza
La valentía y el amor propio de Pau Sans, al que se le sigue negando la continuidad, vuelve a salvar a un indecente Zaragoza, preso de la desidia colectiva y de la nefasta gestión de Ramírez de una superioridad numérica

Cuenca, Aketxe y Pau Sans se abrazan a la conclusión del encuentro. / CARLOS GIL-ROIG

El gol se lo apuntaron a Pau Sans, pero realmente fue de la Virgen del Pilar, el fichaje estrella de un mercado invernal en el que se dejó sin hacer lo más importante que debía acometerse. Marcó la Pilarica en el descuento para salvar al Zaragoza de una derrota que habría hecho mucho daño al equipo pero, sobre todo, a su entrenador, que en Granada impartió una lección de incapacidad en la gestión de una superioridad numérica durante más de una hora. Convendría, eso sí, repartir responsabilidades entre la indecente actitud de algunos jugadores y la bochornosa inacción de un entrenador que aún fue peor cuando actuó. La mezcla de semejante oprobio derivó en una de las mayores vergüenzas perpetradas por el Real Zaragoza en los últimos años. Y eso que ya van unas cuantas.
El punto no oculta nada, sobre todo, el desastroso presente de un equipo que apunta a pasarlas canutas de nuevo para salvar el pellejo. Otra vez fue Pau Sans, experto en rescates imposibles, el que evitó una muerte segura que hubiese sido el justo destino de un Zaragoza cadavérico y envuelto en una palidez que da miedo.
El recital de despropósitos de Ramírez fue para echarse a temblar. El canario estropeó la buena puesta en escena de su equipo y una alineación envuelta en lógica con una abominable gestión de una superioridad numérica que nunca abordó con acierto. Ni un solo movimiento tras el descanso y tampoco tras el segundo gol local. Solo cuando llegó el tercero (anulado luego por el VAR) movió ficha Ramírez con un triple cambio destinado casi más a señalar culpables que a buscar una remontada imposible de no haber sido por el videoarbitraje y por la fe de Pau en la Virgen del Pilar, que nunca falla. No como otros.
Claro que la actuación del entrenador fue casi peor que su inacción. Porque creó un monstruo en el que nada tenía sentido. Cuenca de lateral y ni rastro de los dos contra uno en banda en busca de aprovechar la superioridad numérica. Liso en la derecha, centros laterales desde línea de tres cuatros, nada de profundidad y un engendro detestable que el Granada toreaba con los ojos vendados.
Solo al final, con Cuenca y Liso de laterales (tela) pero con la lógica de la banda natural, más profundidad, dinamismo y la indispensable y deliciosa verticalidad de Pau Sans, el Zaragoza tuvo cierto sentido. Y, claro, en ese hábitat se conciben mejor los milagros (como los dos goles en un minuto al Tenerife).
Ramírez fue un desastre. Casi tanto como su registro de una victoria en siete partidos y seis raquíticos puntos sobre 21. Los números aseguran sufrimiento. También las sensaciones y la desidia de algunos futbolistas incapaces de encontrar un león en el escudo de esa camiseta más fea que un demonio.
Ya lo dicen los versos de Francisco de Asis:. «No hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada»,donde el Zaragoza perpetró un desastre de dimensiones mayúsculas. Solo un milagro evitó que todo estallara por los aires y que semejante ejercicio de indecencia convirtiera el partido ante el Sporting en el enésimo plebiscito de una Romareda que hace tiempo que no consiente que nadie le ponga una venda en los ojos.
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