El gran valor añadido de Soberón, el asombro de Pau Sans... y la perplejidad de La Romareda

Corría el minuto 50 del partido, que había sido muy abierto en la primera parte, con oportunidades y llegadas de los dos equipos y un juego menos encorsetado que otras veces. Dani Tasende metió un centro al área desde el costado izquierdo. No era el primero, este también raseado. El balón le cayó a Soberón, que lo recogió de espaldas y protagonizó una excelente maniobra, de delantero inteligente, pillo, intuitivo y con numerosos recursos futbolísticos.

El punta del Real Zaragoza embolsó la pelota con su pierna diestra, cuerpeó para ganarle el espacio al defensa del Sporting y manejó los metros con escuadra y cartabón, haciendo cuentas imaginarias con la cabeza para pensar cómo mover los pies. En segundos, Soberón buscó el lugar por el que encontrar la respiración a la jugada y conectó un disparo curvado y a la escuadra por un sitio inverosímil. El balón se coló en la portería de Yáñez y en todo el estadio resonó ese chasquido característico de las redes de La Romareda, que se oyen sin oírse. Cuando el balón entró, Pau Sans, que estaba en la boca del lobo por si la jugada caía por allí, se llevó las manos a la cabeza, asombrado por lo que había visto desde la primera fila del teatro.

El Zaragoza no gana ni a tiros. La crónica del Real Zaragoza-Sporting (1-1)

La vuelta de Soberón es una gran noticia para el Real Zaragoza. El que le marcó al Sporting es su séptimo gol de la temporada. Su ratio de disparos-tantos es elevadísimo. Es un delantero con un olfato afiladísimo y que aporta un plus de nivel en el área, de definición. El equipo lo había echado en falta durante su larguísima incomparecencia por lesión. Su presencia mejorará la competencia y hará que otros futbolistas se vean obligados a incrementar su rendimiento para jugar en esta enrevesada recta final de la Liga. Con el 1-0, el Zaragoza debió dejar el partido resuelto con un segundo tanto pero no concretó varias ocasiones y el marcador siguió abierto. Femenías también había salvado varias papeletas en su primera gran tarde.

En el descuento llegó la condena perpetua de toda la temporada. En un balón lateral colgado al área, un centro sacado sin oposición y mal defendido por todos en el segundo palo, Dubasin heló el día, hizo volar dos puntos y mantuvo la incertidumbre sobre el futuro. El equipo aragonés no dio el paso hacia arriba que tenía en la mano y se sentenció a seguir sufriendo. Entonces, como Pau Sans en el gol de Soberón, la afición volvió a llevarse las manos a la cabeza. Esta vez, de nuevo de perplejidad.