La opinión de Sergio Pérez
La cadena de errores de Miguel Ángel Ramírez y el momento más crítico de la historia del Real Zaragoza
Desde que llegó, Ramírez confundió su verdadero rol. Fue contratado para ganar partidos, no para teorizar. Con el canario al mando, el Zaragoza se está enfrentando al momento de mayor riesgo de toda su historia

Miguel Ángel Ramírez, sentado entre sombras en el banquillo del Real Zaragoza ante el Eldense. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

El 18 de diciembre de 2024. Antes de esa fecha el Real Zaragoza había sentido suavemente las primeras sacudidas de la temporada en forma de malos resultados sostenidos a lo largo de aproximadamente un mes y medio, entonces las primeras señales de las cicatrices que había escondidas detrás de un gran inicio de Liga. Ese día el terremoto estalló.
La dimisión de Víctor Fernández generó un sobresalto gigantesco por su significado y por la forma en que se produjo. De modo irrevocable y con una escenografía muy gráfica: el entrenador más legendario de la historia del club huyendo del banquillo tras confesarse superado en la rueda de prensa posterior al 2-3 frente al Oviedo, derrotado por su propio equipo y rebasado emocionalmente por demonios internos y externos.
Ese día, el 18 de diciembre, estalló un terremoto que iba a tener inevitablemente unas grandes ondas expansivas. En verano, Víctor había participado de primera mano en la confección de la plantilla junto a Juan Carlos Cordero y el consejero Mariano Aguilar. Solo unos meses después, la situación del entrenador con respecto al mundo que le rodeaba era de KO técnico personal.
El aragonés no vio salida y salió corriendo. Pensar que un adiós así y de alguien así, de esa talla e importancia social, iba a ser inocuo para el futuro del Real Zaragoza era pecar de una inocencia extrema. Con todas sus imperfecciones futbolísticas y con un clima de trabajo forzado y artificial, el Real Zaragoza 24-25 estaba pensado para que Víctor lo dirigiera desde el principio hasta el final de la Liga. No había otro plan.
Fernández no pudo más y se marchó. Lo que vino después fue Miguel Ángel Ramírez, que en poco más de dos meses no ha dado ni una y ha llevado al club a una situación espeluznante. Por el medio, una decisión incomprensible y altamente irresponsable de la SAD: no fichar uno o dos centrales en el mercado de invierno, comprobada como estaba la debilidad de esa línea a lo largo de la primera vuelta.
Desde que firmó, Ramírez ha escupido hacia arriba de manera absurda, pero fundamentalmente ha cometido tres errores. Erigirse en el dios redentor del Real Zaragoza desde un puesto tan frágil como el de entrenador, recién llegado a la ciudad, hablando con la voz de un catedrático en la materia y repartiendo a diestra y siniestra por la situación del club; descuidar el presente de tanto hablar de un futuro idealizado que ni siquiera ha existido desde que llegó y, sobre todas las cosas, empeorar el rendimiento del equipo de manera terrible y ponerlo en riesgo absoluto.
Es decir, Ramírez confundió su verdadero rol. Fue contratado para ganar partidos y el técnico ha puesto su foco constantemente en todos los sitios menos en lo principal, llenando oídos pero desdeñando la situación clasificatoria con reiteración, como si no fuera con él. El resultado está siendo catastrófico. Empezó con un plan de juego sobre una base de tres centrales que le dio un 4 de 9 priorizando la solidez defensiva y sacrificando el ataque. Entre pitos de La Romareda y flautas bien afinadas, el técnico decidió cambiar de rumbo. No ha vuelto a ganar y su equipo es un desastre atrás tanto individual como estructuralmente, con un portero invisible.
A doce jornadas para el final del campeonato, el canario está contra las cuerdas. Tiene al equipo delante de la mayor crisis deportiva de estos doce años en Segunda, solo dos puntos por encima del descenso, extraviado futbolísticamente y frágil de espíritu como nunca. Ramírez no ha mejorado a ni uno de sus jugadores y su bagaje es indefendible. Así, por inverosímil que parezca, se enfrenta el Real Zaragoza al momento más crítico y de mayor riesgo de toda su historia. A un terremoto de consecuencias imprevisibles.
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