La opinión de Sergio Pérez

El disparate de seguir con Miguel Ángel Ramírez y la elección más importante de la historia del Real Zaragoza

El Real Zaragoza ha perdido una semana más de tiempo y, por el medio, ha perdido también otro partido. La elección del siguiente entrenador es la más trascendental de la historia contemporánea

Miguel Ángel Ramírez, pensativo en la banda del estadio del Almería.

Miguel Ángel Ramírez, pensativo en la banda del estadio del Almería. / CARLOS GIL-ROIG

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

En ninguna de las sumas y restas, multiplicaciones y divisiones o cálculos de cualquier clase y condición pensados y ejecutados por el Real Zaragoza en la gestación de la temporada 2024-2025 durante el pasado verano aparecía la figura de Miguel Ángel Ramírez. El proyecto de esta campaña estaba ideado única y exclusivamente para Víctor Fernández. La SAD actuó de acuerdo a ese parámetro a la hora de construir la plantilla y darle la forma requerida por el técnico. Esa fue la teoría, respetada al pie de la letra. La práctica fue otro cantar.

La dimisión irrevocable del entrenador aragonés el 18 de diciembre tras la derrota en casa frente al Oviedo (dejó un balance de 4 puntos de los últimos 21), abrió un escenario inesperado, indeseado e insospechado para la SAD, que se vio en la obligación de hacer algo que no había contemplado en ningún caso para esta Liga: buscar otro técnico en el mercado.

Fue ahí cuando aterrizó en la ciudad Ramírez, el elegido por Juan Carlos Cordero con dos teóricos propósitos: enderezar el rumbo deportivo del equipo para reengancharlo a la pelea por el playoff y empezar un trabajo de fondo, con la vista puesta en el medio plazo, de modernización de los métodos de trabajo. El resultado final de esa elección ha sido catastrófico para el club y para el propio director deportivo, que estaba virtualmente renovado y este clamoroso error le costará el puesto.

En este momento de la historia ser entrenador del Real Zaragoza es muy difícil. Para entenderlo con datos solo hay que hacer un rápido repaso al sinfín de cambios en el banquillo de estas doce temporadas. Ser entrenador del Real Zaragoza después de Víctor Fernández todavía lo es más. Hay que ser capaz de ofrecer un plus deportivo, anímico y de inteligencia.

Desde que llegó, Miguel Ángel Ramírez no ofreció nada de lo que exigía el momento ni comprendió nada de lo que le rodeaba. Seguramente, a día de hoy, todavía no lo haya entendido. Entró en la ciudad como un elefante en una cacharrería, con una torpeza extraordinaria. En menos de tres meses ha arrasado con todo, poniendo el futuro del Real Zaragoza en serio y claro riesgo cuando solo quedan once partidos por delante.

En Almería mantuvo a Femenías en la portería y recurrió a su plan original, la base de tres centrales, para intentar recuperar la seguridad y reducir las fugas defensivas. Al descanso, su equipo había recibido tres goles y, a pesar de no haber disparado entre los tres palos, había hecho uno. En los encajados se repitió la historia de todas las semanas. En el primero, los jugadores del rival tocaron el balón tres veces seguidas en el área tras un saque de córner. Edgar hizo el 1-0. En el segundo, Clemente se quedó mirando el balón a su espalda como si estuviera en la playa. Cuando empezó a correr, Luis Suárez ya casi había hecho el 2-0. En el 3-1, Tasende, cuya temporada de errores individuales está siendo calamitosa, perdió un balón en el medio del campo. Ahí nació el desequilibrio y el tanto de Melamed.

Lo que vino después, mejor obviarlo por desastroso. Fue la crónica de un desastre anunciado. El 2-4 frente al Eldense ya debió ser suficiente para destituir a Ramírez sin esperar ni un día más a que lloviera un milagro imposible del cielo. Negar semejantes evidencias era una idiotez. Un disparate. El Real Zaragoza ha perdido una semana más de tiempo y, por el medio, perdió también otro partido. La elección del siguiente entrenador es la más trascendental de la historia contemporánea. La decisión que marcará si el club tiene en la mano sobrevivir a esta pesadilla o si la zozobra es mucho peor de lo que cualquiera hubiera podido imaginar.

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