Real Zaragoza
Todos muertos. La crónica del Almería-Real Zaragoza (4-1)
Ramírez rubrica su epitafio con un vergonzoso esperpento para subrayar la irresponsabilidad de una propiedad empeñada en jugar con fuego

El Real Zaragoza es un cadáver que apesta. Un alma en pena camino de un infierno que se está ganando a pulso. Por malo y por hacer sufrir lo indecible a una afición que no se merece ni este equipo ni un club empeñado en avergonzar a su gente. Lo de este sábado en Almería fue otra muestra más de indecencia. La enésima deshonra a un escudo manchado y ultrajado.
La humillación, en todo caso, no es culpa de Ramírez, que ya había acumulado razones y argumentos para irse a la calle mucho antes. La cuenta, una de las más caras e hirientes en la historia del club, se asigna exclusivamente a una propiedad irresponsable que jamás debió permitir que el zaragocismo pasara por semejante afrenta. Ramírez jamás debió coger un avión en el que tampoco debería haber habido plaza para quien lo trajo, Juan Carlos Cordero, que también se ha ganado a pulso su despido sin siquiera llegar a junio. Ambos han destrozado al Zaragoza y al zaragocismo. Y eso no tiene perdón. Doblan las campanas por ambos. Solo falta conocer la hora del sepelio.
El partido duró un cuarto de hora. Lo que tardó el Almería en marcar dos goles en otros tantos tiros a una portería defendida (por decir algo) por un Femenías que agradeció la incomprensible decisión de Ramírez de darle continuidad bajo palos con otro recital de intrascendencia. Todo lo que el Almería tiró entre palos acabó en gol. Cinco minutos tardó Edgar en comprobarlo. De rebote tras un remate de Suárez después de que Pubill estrellara su cabezazo en el palo, el central adelantaba a los andaluces, que ya habían tenido una buena ocasión del colombiano, al que Jair arrebató el balón cuando se disponía a marcar.
El indecente Zaragoza ni siquiera tiró a puerta
A la segunda, Suárez no fallaría. Arnau, que ya había rozado el gol en una jugada anterior, habilitó al punta para que este ajusticiara a Femenías con un disparo pegado al poste para ampliar la renta y la vergüenza del zaragocismo. La banda izquierda del cuadro aragonés era un esperpento. Bastante peor que la de un equipo de la Liga laboral. Por ahí, Arnau se burlaba una y otra vez de un Tasende indecente y de un Clemente empeñado en salir en la foto.
El partido estaba finiquitado. Como un Zaragoza bochornoso e indolente que deambulaba por el campo. Un pelele en manos de un Almería que hizo con él lo que quiso y cuando quiso. Incluso meterlo en el partido con un gol en propia puerta de Edgar, que desvió a su portería un centro sin peligro de Francho. El tanto, tan sorprendente como inmerecido, obligaba al Zaragoza a rescatar la fe y la esperanza, pero no había ni rastro de ambas en un equipo cuya desvergüenza le llevaría a completar todo el encuentro sin tirar a puerta para acabar de sacar las entrañas a una afición vilipendiada.
Luis Suárez, que hizo del choque un paseo por las nubes, a punto estuvo de marcar con una jugada personal marca de la casa rubricada con un tiro desviado, pero Tasende tomó el micro en el recital de ignominias para perder un balón en la medular y propiciar una transición rápida para que el colombiano conectara con Melamed, cuyo disparo, por supuesto, tampoco encontró resistencia en Femenías. Las caras camino del vestuario eran un poema.
La segunda parte se jugó porque así lo dicta el reglamento, pero sobró tanto como la presencia de Ramírez en la banda, la de algunos en el palco y de la mayoría de jugadores sobre el campo. El técnico, fiel a su estilo, mantuvo los tres centrales y solo cambió un carrilero (Tasende) por otro (Calero), al que metió en la izquierda . La decisión dejaba claro, por si alguien aún se resistía, que Ramírez hace mucho que no sabe ni por dónde le da el aire. La gestión del entrenador era tan indecente como el rendimiento de sus jugadores.
Melamed avisó otra vez pero fue Pubill el que hizo el cuarto. Con el hombro remató una falta para dejar claro que a Femenías se le supera de cualquier modo. El Almería, sin hacer nada del otro mundo, se lo pasaba en grande maltratando a un rival de Primera RFEF.
A falta de media hora, Ramírez hizo un triple cambio para quitar los tres centrales, pero Bazdar, uno de los que salieron, duró veinte minutos en el campo al ser expulsado por una plancha.
Suárez, a lo suyo, acumulaba ocasiones perdidas. No tendrá más Ramírez, que será despedido en breve. Cordero le acompañará tarde o temprano. El Zaragoza apesta.
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