La opinión de Sergio Pérez

La apuesta por Gabi Fernández y la peor de las pesadillas para la propiedad del Real Zaragoza

Cuando el grupo de inversión que dirige el Real Zaragoza llegó al club ni se imaginaba que iba a vivir una situación así de dramática. El nuevo entrenador necesita producir un shock instantáneo: el descenso está a un punto

Gabi Fernández, en una sesión de entrenamiento del Getafe B.

Gabi Fernández, en una sesión de entrenamiento del Getafe B. / X GETAFE

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

Esto que está ocurriendo ahora mismo, con toda la crudeza de la vida narrada en directo y a la velocidad a la que solo suceden las cosas en el Real Zaragoza, era algo inimaginable para cualquiera de ellos. Ni en la peor de las pesadillas de los inversores que se hicieron con la propiedad de la SAD había espacio alguno para un mal sueño de este calibre cuando en la primavera de 2022 tomaron el relevo de la Fundación 2032, cuya etapa estaba agotada tanto desde el punto de vista económico como social y deportivo.

El grupo al que puso cara y ojos Jorge Mas como presidente pero que siempre ha estado totalmente tutelado desde Madrid, con ramificaciones por varias partes del mundo, del mundo deportivo y de la inversión en muchas esferas, fue recibido con numerosos parabienes por quienes pilotaron su aterrizaje desde la sombra pero manejando los hilos de la operación y con las maneras con las que siempre se recibe al dinero: abriendo puertas y poniendo alfombras. En el horizonte, la construcción de la nueva Romareda, un factor que resultó decisivo.

Ciertamente, entre unas cosas y otras, el desembolso económico que la propiedad de la SAD ha realizado en estos dos años y medio ha sido extraordinario y merecedor de un gran reconocimiento. Algo más de 53 millones de euros con sucesivas ampliaciones de capital que han hecho al club mucho más fuerte de lo que era antes de su llegada, que han permitido estirar el límite salarial hasta los 11,8 millones de euros de esta temporada, la cifra más alta de estos doce años y que convertían el presente y el futuro en una ventana de oportunidades. Con un único objetivo: el ascenso a Primera División. Esta campaña ya sin caretas, término que acuñó con valentía en una frase muy gráfica Fernando López, el director general.

Para su gestión sobre el terreno, la propiedad creó un grupo de trabajo potente con una figura de mucho peso al mando en la plaza como Raúl Sanllehí. Luego, corregido el factor Torrecilla, primer error, la SAD firmó a Juan Carlos Cordero, un director deportivo con un buen currículum y una trayectoria larga y consolidada. Sin embargo, todo ha salido mal. Ni Sanllehí ni Cordero forman parte ya del club. El desacierto en las elecciones deportivas de entrenadores y jugadores ha sido un lastre insoportable y condenatorio. Además, los inversores no han solucionado uno de sus grandes hándicaps: la falta de arraigo y enraizamiento con la tierra, la falta de compresión de la realidad local.

Tan mal están las cosas que ahora mismo el Real Zaragoza corre serio riesgo de descenso a Primera RFEF con solo once jornadas por disputar. El empate del Eldense deja la línea del miedo a un punto. La dimisión de Víctor Fernández abrió una crisis enorme que la fallida contratación de Miguel Ángel Ramírez ha amplificado hasta unos extremos impensables. El futuro y hasta la vida del Real Zaragoza están en juego en los próximos dos meses y medio.

La apuesta de la SAD para revertir esta dramática coyuntura es Gabi Fernández, exjugador del Real Zaragoza entre 2007 y 2011, ex del Atlético y actual técnico del Getafe B. Un entrenador joven (41 años) y un hombre de fuerte carácter y con una personalidad acusada. Por ahí van las negociaciones, pendientes del acuerdo entre clubs. La gestión de esta terrible situación es de una complejidad altísima después del papelón con Ramírez. El nuevo entrenador apenas va a tener margen de error. Ha de producir un shock instantáneo. El Zaragoza necesita un exorcista que le libere de todos sus demonios. Una resurrección milagrosa.

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