El vuelo chárter del Real Zaragoza tras la derrota en Almería, desde dentro: "Los mercenarios se tienen que acabar"
De la ilusión mañanera por un desplazamiento zaragocista más se pasó a un hartazgo y cabreo mayúsculo con la plantilla, Miguel Ángel Ramírez y Cordero

En imágenes | Alta tensión en el recibimiento de la afición del Real Zaragoza a la plantilla tras la derrota en Almería / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
En menos de doce horas el chárter que marchó a Almería cargado de esperanza cambió por completo su equipaje e incluso el punto de salida del vuelo de vuelta al regresar, pasadas las 22.30 horas, del verdadero infierno al que empujó la derrota (4-1) en el estadio Juegos del Mediterráneo.
A primera hora de la mañana, en el aeropuerto de Zaragoza, varias familias con niños, amigos, peñistas, mayores y otros colectivos a los que luego se definió de una forma más precisa llegaban ilusionados a recoger sus tarjetas de embarque. Solo había sitio para buenas caras ante una nueva jornada de zaragocismo que solo acababa de empezar y que se digería con ilusión en el mismo espacio que, horas después, no entendería de esperanza sino de hartazgo y de cabreo mayúsculo.

Los jugadores del Real Zaragoza, cabizbajos tras un gol del Almería / CARLOS GIL ROIG
Porque a quienes se ovacionó anoche fue al centenar de aficionados que acompañó al equipo en Almería, recibidos a las puertas del aeropuerto con gritos de ánimo mientras ya se afinaban las gargantas con un cántico al unísono que dejaba muy claras las intenciones: "Los mercenarios se tienen que acabar".
La expedición se pertrechaba entonces en la terminal con un importante dispositivo de seguridad que flanqueó a jugadores, a cuerpo técnico y a demás miembros del club mientras, en la calle, un cordón policial separaba a los aficionados del autobús que luego llevaría a los jugadores a la Ciudad Deportiva. Entre los más señalados, Ramírez, Cordero y Adu Ares por su airada respuesta a la grada al acabar el partido.
Turismo por Almería
Pero eso fue antes de que la afición aterrizara ilusionada en el aeropuerto de Almería, donde los más pequeños aprovecharon para acercarse a los jugadores y conseguir sus firmas entre álbumes de cromos con Belsué como mejor embajador del club para que esos álbumes se llenaran de firmas.
El plan de viaje continuó con una visita guiada a la Alcazaba dividida la afición en tres grupos, el de los socios, el de los patrocinadores y sus invitados y el de los trabajadores del club, lo que generó cierta suspicacia entre los primeros. La hoja de ruta marchaba como en cualquier desplazamientos a la espera de conocer el resultado del partido, para la que ya se vaticinaban dos tipos de porras: enfermería o puerta grande. Luego llegó el cerveceo y el tapeo.
Y en la previa, entre cervezas, cubatas y algún que otro cántico de respetuosos zaragocistas arremolinados en uno de los puntos de reunión de los aficionados indálicos, se conoció la alineación de la que se criticó con dureza la titularidad de Femenías y que dio a pie a largos debates, también de futuribles entrenadores como JIM, que todo sea dicho, se prolongaron mucho más minutos que la propia presencia del Real Zaragoza en el partido.
Solo aguantó seis minutos, el tiempo que necesitó Edgar para abrir el marcador con una carambola a la salida de un córner tras dos remates previos en el área. El reloj comenzó entonces a descontar hasta que el ansiado pitido final evidenció un estado de resignación, de apatía y de incredulidad, pero que algún aficionado no toleró para reprender educadamente desde la grada a los jugadores.
Sin noticias de la plantilla
De vuelta a casa, ya embarcados en el infierno, el avión partió sin rastro alguno de esa ilusión, menos aún de esa esperanza, con la que horas antes había cruzado la península. En la parte delantera del avión se acomodó la expedición del club sin que ningún jugador, como sí hicieron por la mañana Dani Gómez, Luna o Pau Sans, recorriera el pasillo flanqueado por los aficionados.
A miles de metros sobre el suelo, por encima de las nubes, donde el Olimpo de los Dioses zaragocistas reúne a sus grandes leyendas, a Violeta, el ‘León de Torrero’, a tres ‘Magníficos’, a Lapetra, a Villa y a Santos, y a otros muchos que saborearon la gloria con la blanquilla, sobrevolaba el cielo un chárter que había partido del infierno, el abismo al que ha caído el Real Zaragoza a la espera de que un héroe, como las añoradas leyendas del Olimpo zaragocista que anoche vieron desfilar ante sus ojos a este león irreconocible, le haga resurgir de sus cenizas.
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