La opinión de Sergio Pérez

Gabi, la salvación del Real Zaragoza y las cuestiones de Estado de todo Aragón

Lo que hay en juego en estos dos meses para el Real Zaragoza tiene tal trascendencia que merece la respuesta más responsable y unitaria de todos. Eso sí, la permanencia solo saldrá de los pies de los futbolistas y del comportamiento del próximo entrenador

Francho y Bazdar, a su llegada al aeropuerto de Zaragoza el sábado.

Francho y Bazdar, a su llegada al aeropuerto de Zaragoza el sábado. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

El Real Zaragoza ha atravesado numerosos momentos de zozobra y verdaderamente duros a lo largo de estas once temporadas ya completadas en Segunda. Ha habido excesivos sinsabores, abundantes disgustos y ningún éxito, aunque en Las Palmas faltaron escasos minutos para volver a la vida en un lejano junio de 2014 y el objetivo se visualizó en el horizonte en alguna ocasión más con razones fundadas por juego y empujados por un clima social espectacular. Episodios difíciles repartidos en la etapa más triste de la historia del club en los que ha sentido en el cogote ese cierzo gélido que congela el alma.

En todas las ocasiones ha logrado salir a flote de un modo u otro, contra viento y marea, casi sin resuello y, a lo peor, intuyendo la agonía a la vuelta de la esquina, pero finalmente esquivándola. Sin embargo, nada de lo que el equipo aragonés ha vivido en esta agotadora era en Segunda División tiene que ver con lo que se va a encontrar este año en las once jornadas que quedan por delante.

Una pelea contra el tiempo y varios rivales a vida o muerte en la situación más crítica y compleja de estas doce campañas. Después de la derrota contra el Almería y el empate del Eldense, el descenso ha quedado a un solo punto. Ya no estarán ni Miguel Ángel Ramírez ni Juan Carlos Cordero, destituidos a la vez después del último bochorno liguero. Su futuro iba ligado de la mano ante el cariz que habían cogido los acontecimientos. De cómo cambia el fútbol de un día para otro podría dar un máster Cordero este año.

Lo que está en juego no es una pequeñez. Es el futuro de uno de los principales símbolos de Aragón y el motor emocional de toda una ciudad. La razón que llena el alma de miles y miles de aficionados. Ninguno de ellos, ninguno de ustedes, es responsable de nada de lo que está sucediendo. La culpabilidad hay que buscarla dentro, en la SAD, desde el despacho más lujoso hasta el último integrante de la plantilla. A ellos, a los dirigentes, al que será nuevo entrenador y a los jugadores compete sacar al Real Zaragoza de esta ciénaga en la que el equipo ha caído por una concatenación de razones encadenadas y la mala praxis a lo largo de varios meses.

Aunque la visceralidad con la que siempre se vive el deporte complica los escenarios comunes, el momento es tan delicado, la situación tan frágil y la debilidad tan extrema que todo el mundo que quiera a este club debería tomar conciencia del riesgo tan grande que hay por delante. El Real Zaragoza se va a jugar la vida en algo más de dos meses. Un descenso a Primera RFEF sería el episodio más catastrófico de la historia de la entidad.

Es tanto lo que hay en juego desde el punto de vista deportivo, económico, social y emocional que estamos ante una coyuntura frontera. Es el momento de unir fuerzas por una causa colectiva y unitaria. De aparcar las filias, que hay muchas, de esconder las fobias, que hay más, de acallar los afectos y obviar las desafecciones para levantar un frente común por la salvación. Nada será posible si en el césped los protagonistas no responden con sus pies y el próximo entrenador (siguen las negociaciones con el Getafe por Gabi, el elegido), con su cabeza. Ellos y solo ellos serán los que se ganen la permanencia o los que conduzcan al equipo a un abismo terrible. Sin embargo, esta ha pasado a ser una causa de fuerza mayor, una de esas cuestiones de Estado que conciernen a todo Aragón. Lo que hay en juego tiene tal trascendencia que merece la respuesta más responsable y ejemplar por parte de todos.

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