La opinión de Sergio Pérez
El alivio de Soberón, la omisión de Poussin y Calero y el primer Zaragoza de Gabi
El Real Zaragoza salvó un punto con un tanto de penalti tras encajar otro de córner con el francés saltando sobre sí mismo y Calero en omisión de sus labores

Soberón celebra el gol del Real Zaragoza, con Tasende a su lado. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
Con la mejor voluntad y con el evidente objetivo de provocar una reacción emocional y de recuperación de la autoestima en su plantilla, Gabi Fernández se presentó en Zaragoza con una profundísima fe en sí mismo, mucha seguridad, una gran vitalidad, una alta capacidad para infundir energía y una convicción absoluta en sacar adelante una situación complejísima, con el descenso a solo un punto de distancia, ahora a dos tras el 1-1 en su debut frente al Córdoba.
No hay que olvidar que el entrenador madrileño ha heredado un solar de Miguel Ángel Ramírez y que el Real Zaragoza es un absoluto páramo desde noviembre, todavía en la etapa de Víctor Fernández. A través de un tratamiento verbal de choque, Gabi intentó cambiar el estado de ánimo de sus futbolistas, del zaragocismo y de la ciudad, donde la preocupación era grande a su llegada y no lo es menos hoy. En el fútbol hacer milagros de un día para otro es imposible.
Ese era un primer paso imprescindible, pero en ningún caso definitivo. Los partidos de fútbol no se ganan en las ruedas de prensa, se ganan sobre el césped. En su primera alineación, el técnico utilizó el sentido común y reunió lo que mejor que podía reunir con los futbolistas disponibles, con varios lesionados y otros fuera por la ventana de selecciones, los estados de forma actuales y el rendimiento esperado en cada una de las posiciones.
Poussin recuperó la portería tras la acumulación de errores de Femenías. En defensa apostó por una línea de cuatro con Luna en la derecha, Jair y Vital en el medio y Calero a pierna cambiada. No es que el madrileño estuviera atravesando una dulce luna de miel con su fútbol, pero el momento de Tasende era terrible.
En el medio, Gabi formó con cuatro, con Guti escorado a la derecha, Francho y Moya por el centro y Liso en la banda izquierda. Arriba, Soberón y Dani Gómez. El plan de partido, muy claro: juntar líneas, muchas ayudas, evitar que el Córdoba produjera peligro a través de la posesión con un buen orden defensivo, tratar de robar y salir rápido con espacios y buscar soluciones a balón parado.
En la primera parte, el Real Zaragoza estuvo a punto de encontrar un tesoro en alguna de esas situaciones. Sin embargo, Liso estuvo muy mal en un control tras un pase magistral al espacio de Toni Moya con el que había eliminado a toda la defensa, Jair y Vital no limpiaron un par de córners algo sucios y Soberón se encontró con un obstáculo en un remate desde dentro del área.
El Real Zaragoza de las ruedas de prensa es una cosa. El Real Zaragoza de la realidad, otra. Siempre le ocurre algo. Hasta hoy, uno de sus problemas principales había sido que en casi todos los partidos el equipo cometía algún error individual o colectivo importante que costaba disgustos. Volvió a pasar, esta vez en un saque de esquina mal defendido en el que Poussin saltó sobre sí mismo, el balón voló de lado a lado y, en el contrario, Calero defendió con la mirada a Alves, que marcó.
El jarro de agua fría de cada semana. En eso se quedó: en fría. No fue helada porque Soberón convirtió un penalti que Ávalos Barrera había señalado por falta a Vital. En el medio del ida y vuelta, nadie más pescó. Pudo hacerlo el Córdoba y pudo hacerlo Tasende en el minuto 93 en un disparo de zurda repelido por el portero.
El Real Zaragoza tiene nuevo entrenador, pero sigue sin ganar. Está un punto más lejos del descenso, pero dejó pasar otra oportunidad de poner tierra de por medio. Sobre el campo, el cambio fue poco perceptible. Buena actitud, esfuerzo, el nivel de juego tan preocupante como siempre y el miedo en el mismo escalón que hace una semana.
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