El 'speaker' de La Romareda: "Salí del campo con la piel de gallina y entre lágrimas, jamás podré olvidar lo del domingo"

Es la voz de La Romareda. No se ha perdido ni un solo partido «ni siquiera por enfermedad o por el nacimiento de mi hijo» jugado en casa por el Real Zaragoza en las 17 temporadas que acumula a cargo de la megafonía de un estadio al que prometió amor eterno. Por eso, a David García, speaker de profesión y devoción, se le entrecorta la voz cuando recuerda que la cuenta atrás llega a su fin y que apenas le restan cuatro ratos con su vieja amiga del alma, esa que el domingo le hizo llorar. De pasión y de orgullo. «Hace años que no vivía algo así. Seguramente, desde la temporada de Natxo González y Borja Iglesias. Claro que, entonces, lo que se vivió fue en un momento dulce del equipo. Lo del domingo, en cambio, fue otra cosa. Tan impactante como inolvidable», relata David, zaragocista de cuna desde que nació, hace 46 años.

Fueron un par de horas para la historia. Un momento delicioso que ya queda marcado a fuego en el corazón de un zaragocismo que se entregó en cuerpo y alma a ese ser querido al que se ha propuesto salvar de una muerte que hasta no hace mucho parecía segura. «Lo que viví fue apoteósico. Me recordó a aquella tarde del ascenso ante el Córdoba, o a la ida del playoff contra Las Palmas o a una de aquellas últimas jornadas cuando el equipo se jugaba seguir en Primera. La gente acompañando de principio a fin, el himno a capela….un ambientazo espectacular. Una bendita comunión», recuerda David, gran conocedor de un zaragocismo que, sin embargo, volvió a dejarle atónito. «Salí del campo entre lágrimas y con la piel de gallina. Lloraba de nervios, tensión y sobrecogido por lo que acababa de vivir ahí dentro, donde ya me había tenido que abrazar al compañero que lleva el marcador. Después también lo hice con mi mujer. Jamás podré olvidarlo».

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Su voz, la de La Romareda, todavía tiembla de esa emoción que, asegura, volverá a embargarle el sábado en otra cita trascendental. «Lo del domingo era más que una final. El zaragocismo lo tenía claro y estaba concienzado. Sabía que no podía dejar caer al equipo y dijo ‘aquí estoy yo’ para sujetarlo y ayudar en un momento clave en la historia del club», destaca García, que ensalza semejante determinación en un momento extremadamente delicado. «En otras ocasiones con ambientazos similares, era la gente la que se subía a un tren en marcha, pero es que ahora es la propia afición la que arranca ese tren y la que da impulso a todo lo demás. Ya lo dijo Gabi, La Romareda gana partidos».

La Romareda vibrará, reza ese himno que tantas veces ha puesto. «Que nadie dude de que la gente volverá a llenar el estadio ante el Eibar y, por supuesto, el ambiente volverá a ser increíble. La afición se ha dado cuenta de que, en la situación en que se encuentra el equipo, su aliento es fundamental, ha olvidado todo lo que ha pasado esta temporada, se ha puesto el mono de trabajo y ese impactante estruendo de pasión va a tener continuidad ante el Eibar. Segurísimo», afirma con conocimiento de causa. Y ahí arriba, en esa cabina donde celebra su sagrado ritual, David volverá a sufrir. Y a ser feliz. «Para mí es un orgullo ser la voz de La Romareda. El Zaragoza es mi pasión, mi vida. Escuchar a la gente cantar el himno a capela no tiene precio, no lo cambio por nada», ensalza mientras contempla deslumbrado a su viejo amor. «Ojalá pueda seguir siendo el speaker de La Romareda en el estadio portátil, aunque el sueño es hacerlo en la nueva Romareda, en unas instalaciones acordes a estos tiempos y a esta afición, por supuesto, en Primera División». David, corazón de león, nació, ya se sabe, con dos colores: uno blanco y otro azul. «Por mí, estaré aquí hasta que me muera».