La opinión de Sergio Pérez

El infierno de Poussin, el cielo de Poussin y el ejercicio de supervivencia del Real Zaragoza

El guion de esta película de doce años en Segunda tenía reservado uno de sus giros más sorprendentes: un gol de Poussin en el descuento después de un fallo tremendo en el 0-1

Pau Sans, Francho y Vital celebran el gol de Poussin, el 2-2, de manera eufórica con la afición.

Pau Sans, Francho y Vital celebran el gol de Poussin, el 2-2, de manera eufórica con la afición. / LAURA TRIVES

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

El partido había comenzado bien para el Real Zaragoza. Empujado por la fuerza motriz de la victoria frente al Mirandés, el impulso de la confianza generada por aquel triunfo y una Romareda de nuevo de bandera, el equipo aragonés entró en el encuentro con buen pie. Sin un exceso de energía ni de ritmo de juego, algo que se repite en el modelo de partido desde que llegó Gabi Fernández, pero controlando la escena y la situación, el Real Zaragoza jugó los primeros 28 minutos inclinando el campo hacia la portería del Eibar.

El equipo tuvo varias llegadas interesantes, dos de Adu Ares, cuyos disparos se estrellaron en sendos rivales después de hacer su clásico requiebro de fuera hacia dentro para buscar el chut corvado. A balón parado también hubo un par de intentonas. Y otra tras un robo en la presión de Francho, que terminó en un centro que tocó Bazdar con la cabeza y terminó en los pies de Soberón, que no empaló correctamente.

Hasta ese momento, el Eibar no había producido nada desde el punto de vista ofensivo. Ni un solo remate, ni a puerta ni fuera. Y sucedió lo que ha ocurrido tantas veces esta temporada. Un error individual garrafal volcó el encuentro en la dirección contraria. El protagonista fue de nuevo Poussin, que mostró sus vergüenzas en un despeje que nunca debió serlo. El balón que Cristian había colgado era para cogerlo. Capaz de tocar el cielo en los penaltis, nadie se imaginaba entonces cómo más, baja a los infiernos en muchas otras facetas. Su inseguridad en las salidas no se corrige. A pesar de que tuvo dos meses notables, es un arquero poco fiable.

La cuestión es que el francés regaló el rechace a Jon Bautista, que hizo el 0-1 sin comerlo ni beberlo. Tres minutos después, con el equipo grogui por un golpe tan inaudito, y van no sé cuántos a lo largo de la temporada con diferentes autorías, el Eibar asestó el segundo golpe.

El buen partido del Real Zaragoza hasta entonces había saltado por los aires con una sencillez extraordinaria. Bastó otro fallo grotesco individual para que el encuentro se pusiera cuesta arriba. Tras el descanso, como hace seis días, Gabi metió en el campo a Pau Sans (siempre produciendo), Liso y Tasende en lugar de Clemente, Adu Ares y Aketxe, para ganar en verticalidad por los costados. El partido estaba medio dormido cuando Jair lo despertó haciendo un gol de nueve tras un soberbio servicio de Francho, de precisión milimétrica atravesando todo el área.

Lo que sucedió después nadie lo hubiera ni soñado. El guion de esta película de doce años en Segunda tenía reservado uno de sus giros más sorprendentes. En el descuento, a la salida de otro córner, Poussin empató de un testarazo que hubiera firmado el mejor cabeceador de la historia. Buscando el espacio, sin rival en la marca por lo excepcional de la situación y rematando en plancha a la red. Así salvó el empate el Real Zaragoza, que terminó el partido con un punto más, quién sabe de qué valor al final de la Liga, otro ejercicio de supervivencia, un subidón de adrenalina y relativizó las consecuencias del tremendo manotazo que hubiera supuesto una derrota.

Aun así, no ganó y este domingo puede caer a zona de descenso si el Eldense vence al Sporting. Así de cruda sigue siendo la realidad. El miedo y la preocupación por un posible cataclismo van a seguir ahí durante estos meses. Pero, de momento, eso es otro cantar. Como lo de Poussin, capaz de hacer una cantada antológica y de cantar un gol alucinante en la portería contraria.

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