REAL ZARAGOZA

La afición, lo mejor del derbi

La afición del Real Zaragoza responde una vez más al momento crítico de su equipo acompañando al autobús, con un multitudinario recibimiento en el estadio y la mejor entrada de la temporada, 21.703 espectadores

Aspecto de la grada para recibir a los jugadores.

Aspecto de la grada para recibir a los jugadores. / LAURA TRIVES

El Periódico de Aragón

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Zaragoza

Una vez más, el zaragocismo fue lo mejor del partido. La mejor defensa, el mejor ataque, la resistencia hasta el final. Lo único que siempre sigue en pie intentando sostener a un equipo que no se aparta de la agonía. Sigue fuera del descenso pero sigue sin aprovechar las oportunidades que tiene para abrir brecha con el Eldense. No será por su afición, que volvió a estar de su lado con la mejor entrada de la temporada y apretando todo lo que pudo. Pero eso, por desgracia, no gana partidos. 

Era el partido más importante y eso, al menos en la grada, se notó de principio a fin. Por el ambiente generado y porque hubo 21.703 zaragocistas (alguno del Huesca también, dispersos por la grada), más que nunca esta temporada de aforo reducido sin el Gol Sur. La Romareda superó así los 21.341 que asistieron al duelo ante el Racing y los 21.181 que presenciaron el milagroso empate ante el Eibar. Ayer había que estar, porque era el último derbi en la vieja Romareda pero, sobre todo, por la importancia y trascendencia del partido. Y el zaragocismo no falló. No lo hace nunca.

El partido empezó antes, mucho antes. En la plaza San Francisco, donde cientos de jóvenes, muy jóvenes, tanto que probablemente solo han conocido a este Zaragoza de Segunda, esperaron el paso del autobús para cantar, animar y acompañar hasta La Romareda. Allí, en la calle Luis Bermejo, había cientos de aficionados dando color, calor y alma a la llegada del Real Zaragoza, que solo podía ver cabezas y bufandas desde el autobús. A la llegada del Huesca, en cambio, hubo algunos lanzamientos de objetos, sobre todo bebidas. Y más bufandas, un mar de bufandas, recibió a los jugadores de ambos equipos ya sobre el césped, donde les aguardaba una bandera de Aragón gigante. En la grada solo se veían bufandas mientras las miles de gargantas que llenaban el estadio cantaban el himno a pleno pulmón.

Después el público prestó aliento a los suyos, en una primera parte en la que no pasaron muchas cosas, protestando las decisiones arbitrales y las pérdidas de tiempo del Huesca, sobre todo de Juan Pérez, y en una segunda que se animó mucho más. La Romareda vio dentro el disparo de Guti que repelió el meta de Almudévar y pudo explotar al fin de júbilo cuando Arriaga la metió con el muslo en el córner siguiente. Ahí entró en efervescencia el equipo empujado por una grada que veía al fin adelantarse a su equipo, pero el empate posterior de Kortajarena rebajó por completo los ánimos y condenó a sufrir un día más. Cuando bajó la ola visitante volvió el empuje de la grada y la búsqueda del Zaragoza. El trallazo de Toni Moya estuvo a punto de volver loca a La Romareda... pero no, todo es un quiero y uno puedo, una agonía que no termina nunca. Tampoco el zaragocismo.

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