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Real Zaragoza

Las rarezas de Gabi

El técnico se desprende de la normalidad que instauró a su llegada y sorprende con un discurso complaciente y elecciones de jugadores tan cuestionables como su insistencia en no salir a por los partidos desde el principio

Gabi, pensativo durante el derbi del pasado domingo ante el Huesca.

Gabi, pensativo durante el derbi del pasado domingo ante el Huesca. / LAURA TRIVES

Jorge Oto

Jorge Oto

Zaragoza

Es tan evidente que Gabi ha mejorado el ambiente en torno al Real Zaragoza y que ha devuelto esa paz social inexistente con Miguel Ángel Ramírez, como que la evolución del equipo desde que el madrileño ocupa el banquillo es, si es que existe, más bien escasa. De hecho, la única progresión evidente alcanza a la ostensible y prometida mejora a balón parado, herramienta que ha pasado de ejercer un papel prácticamente residual en ataque y a ser un martirio en defensa a convertirse en el principal argumento ofensivo de una escuadra con acuciantes problemas para generar fútbol y oportunidades a través del juego en estático y sin velocidad arriba como para amenazar a la contra. La estrategia o el error ajeno son ya las vías más explotadas por el Zaragoza en busca de un gol que ante el Huesca también llegó así, lo que hace que o bien Aketxe o bien Toni Moya, los dos principales ejecutores de la pelota parada, estén casi siempre en las alineaciones.

Pero, más allá de esa indiscutible mejora en el manejo de un arma esencial en esta categoría, la influencia de Gabi no se está dejando notar ni está propiciando una evolución en el rendimiento deportivo de un equipo al que el entrenador madrileño se empeña en envolver en rarezas, con los laterales como epicentro de unas maniobras y decisiones cuestionables que mantienen al Zaragoza anclado en el peligro inminente, incapaz de ganar (solo una victoria en seis partidos) y a dos puntos del abismo.

La elección de futbolistas por parte del entrenador no responde a un patrón claro. Al incesante movimiento en los laterales se une la apuesta por jugadores de pobre rendimiento durante el curso (Aketxe) o efectivos que pasan de la titularidad a no contar con un solo minuto (Marí) en dos jornadas consecutivas. No hay fijos más allá de Jair, Guti o Arriaga. Incluso Soberón ha pasado por un banquillo del que al fin salió Pau Sans ante el Huesca tras haber acumulado méritos para formar en una foto en la que ya veremos si sigue.

Gabi no da con la tecla. Y eso es un problema para un equipo en el que liderazgo pasa por el banquillo. De hecho, fue la personalidad y el fuerte carácter del madrileño un argumento básico para el club a la hora de acometer su contratación, hasta el punto, incluso, de acceder a la pérdida de Liso, que se irá cedido con opción de compra camino de Getafe cuando concluya la temporada. Gabi trajo la normalidad cuando todo era anormal y la cordura en plena jaula de grillos, pero sus últimas decisiones se escapan de ese patrón inicial que invitó a imaginar un desenlace de temporada algo menos dramático de lo que está siendo.

Obsesionado con evitar errores, echar un candado imposible a la portería y en directrices simples y directas, el técnico madrileño ordena y manda, que para eso vino. Pero algunas de sus decisiones son tan extrañas como el mensaje complaciente y controvertido pregonado a los cuatro vientos tras el derbi. “Yo he visto un Zaragoza con el que me identifico, un Zaragoza que ha competido todo el partido y que ha tenido ocasiones para ganar. Por este camino vamos a lograr la salvación”, aseguró el entrenador zaragocista en un discurso llamado, seguramente, a mantener en pie a sus futbolistas y transmitirles desde el banquillo toda esa confianza de la que carecen.

Gabi trajo la normalidad cuando todo era anormal y la cordura en plena jaula de grillos, pero sus últimas decisiones se escapan de ese patrón inicial que invitó a imaginar un desenlace de temporada algo menos dramático de lo que está siendo

Pero, sin duda, es la forma de encarar los partidos lo más llamativo y cuestionable de Gabi, que nunca sale de forma decidida a por el rival. Ni siquiera el pasado domingo, en un derbi, con una Romareda entregada a reventar y un rival en cuadro por las bajas. Tampoco entonces el técnico, que ha decidido no hacer públicas las convocatorias o fijar los entrenamientos a la misma hora de los partidos en otras dos medidas que tampoco han mejorado prestaciones ni resultados, dio orden de presionar arriba y meter miedo al oponente desde el pitido inicial. De nuevo, la directriz fue contemporizar, madurar el partido y “no volvernos locos”, cuando este paupérrimo Zaragoza solo es capaz de hacer daño cuando enloquece. “La idea era trabajar el partido, sin volvernos locos. No conceder al rival nada. Creo que en la primera parte no nos han llegado a tirar a portería. El equipo ha tenido alguna a balón parado. Y en la segunda parte hemos salido a ganar el partido. Nos hemos encontrado con el gol y nos han empatado muy pronto”, admitió el propio técnico. No está el Zaragoza como para dedicar media parte a no perder y la otra a intentar ganar. 

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