Los ‘vecinos’ de Nayim

Cuando se cumplía una década de la conquista de la Recopa en París, el Ayuntamiento de Zaragoza decidió ponerle el nombre de Nayim a una de las calles de la ciudad a petición de este diario. EL PERIÓDICO charla con los residentes de la vía del barrio de San José para que relaten sus anécdotas durante esos años viviendo allí

Carmen y José María posan sonrientes debajo de la placa de la calle Nayim y con la bufanda del Real Zaragoza.

Carmen y José María posan sonrientes debajo de la placa de la calle Nayim y con la bufanda del Real Zaragoza. / Carla Greenwood

Arturo Pola

Arturo Pola

Zaragoza

De los muchos homenajes que recibió Mohamed Alí Amar, Nayim, tras marcar el gol con mayúsculas de la historia del zaragocismo, uno de los más peculiares fue el de ponerle su nombre a una calle. Fue en 2005, a petición de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, cuando el Ayuntamiento de Zaragoza decidió a través de un decreto que la calle que hasta entonces se llamaba Tres de Agosto, en el barrio de San José, pasara a tomar el nombre del futbolista que llevó al éxtasis a toda la ciudad.

De la gesta de París se cumplen hoy 30 años y ya hace 20 desde que la placa con el nombre de Nayim se colocó allí. Pero, tanto tiempo después, ¿saben todos sus vecinos quién era el ceutí? Pues aunque la mayoría sí, hay de todo. «A mí me suena que es un militar de cuando los musulmanes estaban en España», afirma Juan José. Al conocer la verdadera identidad, el zaragozano, casi avergonzado, se defiende: «Solo llevo aquí dos meses de alquiler en este piso».

En cambio, es pronunciar el nombre de Nayim y a muchos de los que por su calle pasan todos los días se les iluminan los ojos. Es el caso de José María y Carmen, en especial al primero. «Yo tenía que haber estado en París, pero tuve mala suerte y tuve que trabajar», exclama mientras empieza a recordar aquel día. «Lo vi con mi cuadrilla en un bar. Nunca se me olvidará el momento del gol. Nos subimos todos a las mesas. Nadie se lo podía creer», rememora José María.

Fausto, vecino de San José, es un habitual de la calle Nayim y por ella es costumbre verlo paseando a su perro.

Fausto, vecino de San José, es un habitual de la calle Nayim y por ella es costumbre verlo paseando a su perro. / Carla Greenwood

Su mujer, Carmen, tampoco olvida esa fecha porque, tristemente, coincidió con el fallecimiento de su abuela. «Creo que fui de las pocas que no vio el partido, o si vi algún rato no me acuerdo», dice la aragonesa, aunque a pesar de esa difícil situación personal, subraya que la celebración, junto a José María, no se la perdió. «Al día siguiente ahí estábamos los dos en la plaza del Pilar. Nunca hemos visto tanta gente junta».

Lo cierto es que esa marabunta que provocó Nayim con su gol en la prórroga es todo lo contrario a lo que es el día a día de la calle a la que le otorgaron su nombre. Sin ningún bar ni ningún comercio, la tranquilidad reina en esa vía del barrio de San José. Los únicos movimientos que se perciben son los de los vecinos entrando y saliendo de sus hogares y paseando a sus mascotas. Antes del homenaje al zaragocista, esa calle se llamaba Tres de Agosto y ese cambio no convenció a todos los vecinos. «Al menos podrían haber preguntado», apunta Guillermo, que critica las formas con las que se tomó la decisión y, aunque se confiesa un amante del fútbol y recuerda que celebró ese gol como el que más, no vio necesario el cambio. «Hay personas mucho más importantes y que han hecho grandes cosas a las que no se les pone una calle. Además, Nayim por aquí no ha venido. Yo creo que no sabe ni dónde está su calle».

Diego, abonado del Real Zaragoza, posa en la puerta de su portal, en el que luce el nombre del futbolista.

Diego, abonado del Real Zaragoza, posa en la puerta de su portal, en el que luce el nombre del futbolista. / Carla Greenwood

Ha pasado tanto tiempo desde que el ceutí provocara el orgasmo zaragocista por antonomasia que ya hay muchas personas viviendo en los portales que se sitúan debajo de las placas con su apodo. Es el caso de Lucía, de 20 años, una joven de Teruel que cuenta desde el balcón de su casa que no tenía ni idea de quién era Nayim. «Me enteré cuando vine a vivir aquí, me lo explicó mi padre. Realmente a mí el nombre de la calle me da igual, pero si hizo feliz a la gente, pues mejor», reconoce entre risas. También sabe por su progenitor Diego, un chico que lleva residiendo allí toda su vida, lo que sucedió el 10 de mayo de 1995 en la capital francesa. «Mi padre estuvo en París. Me ha contado esa historia mil veces», subraya el aragonés. Quizá por eso, Diego lleva desde niño siendo abonado del Real Zaragoza. «Ahora en vez de disfrutar, sufrimos. Lo malo es que te acostumbras. Se me hace difícil pensar que el Zaragoza vuelva algún día a jugar un partido así. Ojalá. El gol de Nayim lo he visto repetido muchísimas veces», cuenta melancólico el joven aficionado.

Paula, de 20 años, sonríe con la bufanda zaragocista desde el balcón de su piso situado en la calle Nayim.

Lucía, de 20 años, sonríe con la bufanda zaragocista desde el balcón de su piso situado en la calle Nayim. / Carla Greenwood

Eso sí, en lo que coinciden todos los residentes de esa calle es en que lo de vivir allí no deja de ser una divertida anécdota que no tiene ninguna repercusión en su día a día. Eso sí, siempre podrán decir orgullosos que ellos son los ‘vecinos’ de Nayim.

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