La 40ª jornada de Segunda
De la Fuente y la mala leche. La crónica del Real Oviedo-Real Zaragoza (1-0)
Un gol de estrategia en el descuento y un calamitoso arbitraje castigan de forma inmerecida al Zaragoza más competitivo desde que llegó Gabi

Esta vez salió cruz. El descuento, territorio en el que el Real Zaragoza logró un triunfo de oro la pasada semana ante el Cartagena, le exigió la devolución del favor en Oviedo, donde el señor De la Fuente Ramos, colegiado de la contienda, presentó su candidatura para los próximos premios Príncipe de Asturias. Le llaman el Mozart del arbitraje por un supuesto talento precoz que advertía una progresión brutal que, sin embargo, se esfumó hace años. Con la inestimable colaboración de la sala VOR, que no se atrevió a llevarle la contraria, castigó al Zaragoza de todas las formas posibles, con penalti más que riguroso incluido (el balón dio en el brazo de Jair pero de rebote tras golpear primero en su pierna) y haciéndose el sueco en un claro pisotón a Pau Sans que siempre debió ser pena máxima. A todo eso sobrevivió el Zaragoza que, sin embargo, cayó víctima de esa pizarra que acapara horas de trabajo del cuerpo técnico pero que sigue dando disgustos bien gordos.
Al menos, la dolorosa derrota no vino acompañada de una victoria del Eldense, que ganaba a falta de diez minutos. Así que la distancia con el descenso se queda ahora en cuatro puntos con seis por jugarse. Como dijo Linares, «si quedando lo que queda pierdes esa renta te vas a merecer bajar».
Lo que no mereció el Zaragoza fue perder. El equipo aragonés completó un partido serio, áspero, feo de narices y, seguramente, mostró su gen más competitivo desde que Gabi tomó las riendas. Es verdad que atacó poco pero defendió muy bien hasta el punto de desconectar y desquiciar a un Oviedo que nunca tuvo claro por dónde meterle mano hasta que se percató de que solo podría llevarse el triunfo a través de una estrategia en la que Paulino fue el más listo.
En un duelo marcado por la interesante diversidad táctica de Gabi, diseñando el equipo sobre diferentes dibujos en función de alturas o líneas de presión, el cuadro aragonés se deshizo de ese descontrol y falta de concentración que solían acompañarle para controlar el partido y al oponente con balón y sin él. Con Arriaga al mando de todo y con Hassan como principal amenaza a vigilar, el Zaragoza transmitía solvencia, cordura, orden y solidaridad para completar un gran primer cuarto de hora solo quebrado por la lesión de Lluís López, que mandó al campo a Vital (el peor zaragocista de largo) pero que no descompuso a un conjunto aragonés que abocaba al Oviedo a ensayar desde lejos o a centros laterales que casi siempre se topaban con Jair.
Viñas, que se lesionaría poco después para ser sustituido por Alemao, cabeceó alto en el único acercamiento con cierto peligro de los locales ante un Zaragoza que llegaba al descanso con la satisfacción del deber cumplido.
No cambiaron mucho las cosas tras el paso por el vestuario. No pasaba nada en el campo, justo lo que pretendía un Zaragoza que ni sufría ni perdía esa seguridad con la que estaba gestionando la cita. Hassan, eso sí, obligaba a extremar precauciones y no relajar el gesto, sobre todo, porque Paunovic se había dado cuenta de que el espacio entre Francho y un Vital superado casi siempre, era la zona donde residía la esperanza.
A media hora para el final llegó la parte álgida del recital del tal Mozart. Un disparo de Alemao acabó en la mano de Jair tras golpear en su pierna y De la Fuente, raudo y veloz, señaló el punto de penalti como alma que lleva el diablo. Nadie le desdijo, así que Cazorla ejecutó pero el doble campeón de Europa mandó el balón al palo para alivio de un Zaragoza que no merecía castigo.
Cinco minutos después, De la Fuente negó la pena máxima en el área ovetense en un claro pisotón a Pau Sans que se desesperaba reclamando justicia como el que predica en el desierto.
El carrusel de cambios (de Clemente por Tasende por lesión incluido) dio pie a la fase decisiva del choque con un Zaragoza siempre ordenado y riguroso y un Oviedo impotente y perdido que buscaba desde lejos lo que nunca tuvo cerca. Cardero y Seoane probaron fortuna sin inquietar demasiado a Poussin, que, sin embargo, nada pudo hacer para evitar el tanto de Paulino, de apellido De la Fuente para más inri, ya en el descuento al mandar a la red una prolongación de Alemao tras un saque de esquina. Ya era raro que el Zaragoza fuera capaz de retener un 0-0, aunque lo había merecido.
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