Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La opinión de Sergio Pérez

El fracaso con la destitución de Gabi Fernández y las terribles elecciones de entrenadores del Real Zaragoza

Entre los buenos, los malos y los regulares, hay un denominador común: el club ha fichado a casi todos sus técnicos en un momento inapropiado de sus carreras

Gabi Fernández sale de las oficinas del Real Zaragoza acompañado de Txema Indias, el director deportivo del club.

Gabi Fernández sale de las oficinas del Real Zaragoza acompañado de Txema Indias, el director deportivo del club. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

Paco Herrera, Víctor Muñoz, Ranko Popovic, Lluís Carreras, Luis Milla, Raúl Agné, César Láinez, Natxo González, Imanol Idiakez, Lucas Alcaraz, Víctor Fernández, Rubén Baraja, Iván Martínez, JIM, Juan Carlos Carcedo, Fran Escribá, Julio Velázquez, Víctor Fernández otra vez, David Navarro, Miguel Ángel Ramírez y Gabi Fernández. En las últimas trece temporadas, el tiempo en el que se ha prolongado este tormento por la Segunda División, el Real Zaragoza ha tenido 20 entrenadores diferentes, 21 en total, dado que Víctor, el campeón de la Recopa, estuvo, se fue, regresó y volvió a irse.

El dato en sí mismo es una barbaridad y sintetiza claramente por qué las cosas han sido cómo han sido y están del modo que están. La inestabilidad ha sido permanente, con una recurrencia en las crisis prácticamente anual. Se podría decir que es una situación irritante. Para cualquier técnico, completar una temporada natural en el Real Zaragoza ha sido una hazaña. A lo largo de este penoso periodo por la Segunda División, la SAD ha tenido en nómina a algunos buenos entrenadores, a otros de un nivel bajísimo y ha hecho varias apuestas incomprensibles y condenadas al fracaso antes de empezar.

Entre los buenos, los malos y los regulares, hay un denominador común: el club ha fichado a casi todos sus técnicos en un momento inapropiado de sus carreras, o después de cuando tenía que ser porque el fruto estaba ya excesivamente pasado o antes de que madurara mínimamente. Al final, por hache o por be, las malas elecciones han sido recurrentes. El Real Zaragoza ha pagado una penitencia enorme por ello: pocas veces en esta etapa en el infierno ha tenido el entrenador adecuado en el momento ideal.

El resultado salta a la vista. Trece campañas consecutivas en Segunda División y en la corriente, con solo nueve jornadas disputadas, Gabi Fernández está ya en la calle tras firmar un balance paupérrimo: ha sumado seis puntos de 27 posibles, con solo una victoria, tenía al equipo colista destacado de la categoría y en una crisis terrible en plenos Pilares. Crisis de identidad, siempre más pendiente del rival que de sí mismo y con un modelo con grilletes, y de resultados.

El Real Zaragoza decidió renovar a Gabi Fernández el pasado verano después de que lograra la permanencia en tres meses muy meritorios en los que el riesgo de caída al vacío estuvo más cercano que nunca. El madrileño resucitó a un muerto. En aquel momento, su contratación fue un completo acierto: recuperó la fortaleza en La Romareda y, a base de optimizar cada gol, consiguió la salvación. El Eldense también colaboró, lo que no resta ningún mérito a la hoja de servicios de Gabi en aquella empresa.

Con la temporada terminada, la SAD optó por renovar al entrenador. Txema Indias, el nuevo director deportivo, lo asumió como una decisión propia aunque nunca lo fue. Se lo encontró puesto. En aquel momento, el Real Zaragoza estaba atado de pies y manos. Había un pacto de caballeros por cumplir para darle continuidad al proyecto de Gabi. Adrián Liso fue también moneda de cambio.

Una vez más, no fue la elección más inteligente. Gabi valía para aquello (figura perfecta para favorecer el resurgimiento emocional por su personalidad y su pasado en el club), pero no para esto. Para esto, el Real Zaragoza necesitaba un mejor entrenador, que no hubiera mostrado tantos puntos débiles y de una categoría acorde a su importante límite salarial. O un técnico preparado justamente para este momento de la historia o alguien que estuviera muy cerca de estarlo. No alguien con el arroz ya pasado ni duro como una piedra.

Nadie lo diría porque ha cambiado de jefe del banquillo casi como de muda, pero el gran anhelo de la actual propiedad del Real Zaragoza es la estabilidad deportiva, más allá de esperar con los dientes largos la inauguración de la nueva Romareda, la verdadera razón de ser de todo este proyecto. Dejar de dar bandazos, de cambiar de nombres y de hombres cada dos por tres, dejar de volver a empezar y de tirar años y profesionales a la basura.

De ahí que cuando la actual campaña comenzó a torcerse nada más comenzar, el objetivo del club siempre fue mantener a Gabi contra viento y marea hasta que no hubiera más remedio, que ese instante siempre llega en el fútbol aunque sea contra voluntad. Despedir a un entrenador en la novena jornada y en pleno día del Pilar es un rotundo fracaso. En esa coyuntura estamos. Una vez más, la SAD se ha encontrado en el mismo punto de no retorno, obligada a regresar a la casilla de salida por errores propios, esa de la que el Real Zaragoza no se mueve desde hace trece años.

Tracking Pixel Contents