El primer día de Larraz al frente del Real Zaragoza: Más que palabras
Larraz inicia su periplo al frente del primer equipo con una charla a la plantilla y con el balón como ingrediente principal de la terapia. El técnico impone el toque rápido y fluidez en una clara declaración de intenciones

Jaime Galindo

El silencio era atronador. Mientras Emilio Larraz se dirigía a la plantilla a través de una charla sin aspavientos ni gritos, todo se paró en la Ciudad Deportiva. Los futbolistas atendían a su nuevo entrenador manos a la espalda, mirada al frente y sin rechistar. No está el horno para bollos, como decía alguno a su entorno nada más salir de Almería. Atrás quedaba la etapa de Gabi, al que varios futbolistas dedicaron palabras de agradecimiento, por supuesto a través de las redes sociales, y que se llevó consigo a la práctica totalidad del cuerpo técnico. De hecho, solo Jesús Cabrero, el nuevo psicólogo fichado por el club este verano, el analista Pablo Quílez y Miki Lampre, también en nómina de la entidad como preparador físico, continúan. El resto, incluido Chus Herrero, al que Gabi reclutó antes de la pretemporada, ya no viste de corto en las instalaciones de la Carretera de Valencia.
Escudado por Chente Pueyo, su segundo en el filial, y el exportero Joaquín Moso a cargo del entrenamiento de los cancerberos, Larraz no tardó en mostrar una diáfana declaración de intenciones al ordenar un primer ejercicio en el que el balón y la circulación rápida lo presidían todo. Dos toques máximo, movimiento incesante, dinamismo y fluidez para encontrar al compañero. A unos metros, el director general Fernando López y el director deportivo Txema Indias observaban la sesión con el semblante tan serio como la situación del equipo. Luego saludarían ambos a los medios de comunicación presentes en el estreno del nuevo entrenador, que nunca alzó la voz y que alternó las manos a la espalda con la comprobación de unas notas preparadas para la ocasión.
Llega Larraz al primer equipo sin hacer ruido, la tónica que ha presidido su carrera como entrenador, y con la misión de revivir a una escuadra ingresada en la uci y con la respiración cada vez más débil. Pero, pese a la gravedad de la situación, no hubo espacio para el drama o arengas envueltas en artificio. Incluso hubo risas, de hecho en una sesión sin Bazdar, con su selección, ni Kodro, aquejado de una contractura muscular. Tampo
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