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Real Zaragoza

Emilio Larraz cae en la trampa. La contracrónica del Real Zaragoza-Cultural Leonesa (0-5)

El técnico no consigue cambiar la cara al equipo en su primer y, salvo sorpresa, único partido al frente del Real Zaragoza tras una semana en la que que la directiva no lo trató bien y un choque en el que los jugadores lo traicionaron

Emilio Larraz, con gesto serio, antes de iniciarse el choque

Emilio Larraz, con gesto serio, antes de iniciarse el choque / Miguel Ángel Gracia

Arturo Pola

Arturo Pola

Zaragoza

Nunca olvidará, para su desgracia, Emilio Larraz lo que vivió el 18 de octubre de 2025 en el Ibecarja Estadio. Sería fácil decir que no se lo imaginaba ni en sus peores pesadillas, pero ni eso sería cierto. Porque un 0-5 ante la Cultural Leonesa el día en el que el Real Zaragoza tenía que dar la cara tras su desastroso inicio liguero no entraba en la cabeza de nadie. Ni de los más mal pensados.

Pero este club y este equipo siempre sorprenden. Y siempre para mal. La peor derrota del siglo en Segunda División (igualada con una contra el Levante en 2021) se llevará por delante a un Emilio Larraz que seguro que estará pensando que quién le mandó aceptar este regalo envenenado. Pero cómo decir que no a entrenar al equipo de tu vida en el fútbol profesional después de 1.000 partidos comiendo barro. Qué injusto para un técnico que, consciente de que es casi imposible que le den otro partido, espera que desde las oficinas al menos tengan la decencia de devolverle al banquillo del filial y que lo de ayer se quede en un mal sueño.

Aunque, para ser justos, en lo que se puede analizar del encuentro, la primera parte, Emilio Larraz no estuvo acertado. No cambió demasiado y en lo que lo hizo, se equivocó. Con un sistema de juego algo confuso, confió en el núcleo duro formado por Francho y Guti, una pareja que lleva una temporada horrorosa y que se merece unas cuantas suplencias para ver si espabilan. Le dio la alternativa también a un reclamado Bazdar que en el campo no demuestra ni una de todas las buenas palabras que el zaragocismo tiene para él.

Además, siendo un formador y el entrenador del Deportivo Aragón, se acobardó y dejó a Cuenca sin minutos y, sobre todo, a Saidu en el banquillo cuando el actual Zaragoza no se puede permitir prescindir de un jugador con su rasmia.

Una especie de traición a sí mismo que, sin embargo, no fue la mayor traición que se vio en el Ibercaja Estadio. Porque si Emilio Larraz estuvo mal, lo de los futbolistas fue, directamente, una vergüenza inadmisible. Los jugadores salieron al campo apáticos, indolentes y mostrando una indiferencia totalmente incompatible con el farolillo rojo que ocupa el equipo. El Zaragoza se muere, aunque lo más preocupante es que lo están dejando morir. En el césped y en el palco. El ‘directiva dimisión’ que se cantó constantemente desde las gradas ni siquiera refleja el hastío de una afición que no tardará en rebelarse. Porque ellos sí que sienten el Real Zaragoza y sufren por su escudo, no como los que lo dirigen a kilómetros de distancia.

La sonrojante improvisación que derivó en el anuncio de Larraz como nuevo entrenador blanquillo (sin ni siquiera presentarlo) habrá que ver en qué acaba. Lo normal es que el 0-5 condene al técnico y el sueño de su vida haya durado solo 90 minutos, aunque en realidad fueron 45. Larraz se tragó el veneno y cayó en la trampa orquestada por la directiva y ejecutada por los jugadores. Nada salió bien en un día que llevaba esperando toda una vida. Su efímero Real Zaragoza debería haber salido a morder y al final el que se llevó un tremendo mordisco a la camiseta y al escudo fue su equipo en otra tarde para la historia negativa de este equipo. Un club que se muere y que ni un zaragocista como Larraz ha podido resucitar.

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