Los miserables. La crónica del Real Zaragoza-Cultural Leonesa (0-5)
El Zaragoza mancha su escudo con un recital de cobardía e indecencia que amarga el estreno de Larraz y acentúa la peor crisis en la historia del club

Los jugadores del Zaragoza acuden al veredicto de la afición en un estadio casi vacío al término del partido. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Lo peor de todo fue el silencio final. No quedaba casi nadie en el estadio para descargar su ira contra ese equipo indecente que acababa de hacerle sentir una de las mayores vergüenzas de su vida. Y van unas cuantas ya. Pero lo de este sábado fue la deshonra de las deshonras. La humillación más bochornosa. La vejación más dolorosa. La peor afrenta a unos colores y a un escudo. Alta traición de un Real Zaragoza al que su afición ignoró al final. No hay nada peor que eso. El zaragocismo parece ya resignado a su suerte ante un equipo sin alma ni vergüenza que se rindió como un cobarde y que renunció a su propia dignidad. 0-5 perdió el Zaragoza contra un recién ascendido para escarnio de su afición, que dejó vacío el campo. No hay nada peor que la indiferencia y la resignación, pero a eso hemos llegado.
Les contarán que era imposible al jugar con dos jugadores menos desde el descanso. Puede ser. Lo que es inadmisible es la deserción de unos futbolistas que agacharon la cabeza sin remisión y se pasearon desnudos por el campo porque en la camiseta y en ese escudo sagrado ya no cabía una mancha más. Es octubre pero todo parece perdido. O eso se desprende de semejante exhibición de indecencia. Recen lo que sepan. Otra vez. Porque el Zaragoza es un alma en pena. Dentro y fuera del campo. Arriba, en el palco, y abajo, en el césped. El equipo y la entidad son la viva imagen de la decrepitud.
Esta calamidad no entiende de revulsivos ni golpes de efecto. Es un Zaragoza infame que no da un par de pases seguidos, que defiende mal y ataca peor. Un despropósito indigno, hasta ahora, del fútbol profesional para deshonra de su gente, que comienza a tener claro que, después de hacer equilibrios durante años al borde del abismo, nada ni nadie le va a librar esta vez de una leche inevitable. El Zaragoza es, de largo, el peor equipo de Segunda y eso, con casi un cuarto de competición ya echada a perder, sitúa al club ante el momento más delicado y la crisis más profunda de sus casi cien años de historia.
Fue un bochorno, el enésimo ya, de un equipo hecho unos zorros en el aspecto anímico y aún peor en el físico. Nada de salida en tromba ni a degüello, entre otras cosas, porque la presión alta exige energía, intensidad, corazón y piernas. Nada de eso luce un Zaragoza tan triste como frágil.
La Cultural, siempre más cómoda que su oponente, encaró el duelo con la convicción de medirse ante un rival inferior -tal cual lo leen- y dedicó los primeros minutos a un tanteo encaminado a buscar por dónde meter mano a un Zaragoza en el que Larraz cambió medio equipo para no cambiar nada. Entre los nuevos estaba el reclamado Bazdar, que volvió a dar argumentos de sobra para los que defienden que no se ha ganado otra cosa que un banquillo desde el que salió Juan Sebastián para ocupar el lateral diestro. Pero el regreso del canterano no pudo salir peor, ya que un error suyo decidió el partido a unos diez minutos del descanso. El aragonés agarró a Justo cuando este se disponía a rematar en el área pequeña y el VAR adviritó a Arcediano de que aquello era penalti y expulsión. El delantero no falló y dio origen al desastre.
Hasta entonces, nada de nada. El Zaragoza, caótico, era un desastre con balón y un flan sin él. Radovanovic, al rematar alto un córner, y Bazdar, en uno de sus remates sin sentido, protagonizaron los únicos acercamientos (por decir algo) de un equipo aragonés lento, pausado, sin ritmo ni orden. Chacón, que fue Maradona, avisaba con un par de faltas bien resueltas por Andrada.
El 0-1 acabó con el Zaragoza y con el partido. La paciencia de la grada tardó cinco minutos más, los que pasaron hasta el tanto de falta de Chacón, que burló al fin a un Andrada ridículo.
Pero todo fue a peor todavía. Paul fue expulsado con roja directa por propinarle un puñetazo a la pantalla del VAR al retirarse a la caseta. Todo estaba perdido. Larraz tiró de Aguirregabiria, Tasende y Moya para frenar la hemorragia pero Justo hurgó pronto en la herida. Comenzaba entonces el recital de cobardía de un Zaragoza que bajó la cabeza y los brazos, se puso de rodillas a llorar como una magdalena y derrochó tanta cobardía como indecencia. Cortés marcó dos más para elevar la cuenta a cinco con rima incluida, pero bien pudieron ser siete u ocho más. Solo la clemencia de la Cultural impidió que el 18 de octubre de 2025 pasara a la historia como la tarde en la que el Zaragoza encajó la mayor goleada de su historia. Si queda algo de decencia ahí dentro, hagan algo.
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