La opinión de Sergio Pérez
La mano de entrenador de Rubén Sellés y los agujeros negros de la planificación de Txema Indias
En Gijón, Sellés dejó sello de entrenador. Algo es algo, aunque aquí nada servirá si no llegan las victorias. La plantilla tiene importantes taras

Sellés da instrucciones en el partido ante el Sporting. / JUAN PLAZA / LA NUEVA ESPAÑA

El Real Zaragoza había llegado al debut de Rubén Sellés en una situación crítica por una concatenación de factores que se pueden resumir en uno: la mala praxis de Gabi Fernández, de Txema Indias y de los futbolistas. El técnico, un hombre que va de frente, había pasado de declararse muy contento con la plantilla el día del cierre del mercado a decir, poco antes de ser destituido y cuando ya se olía el final de su etapa en el club, que la situación con los delanteros no se podía mejorar a propósito de la alarmante falta de gol, una de las causas que habían llevado al equipo hasta la posición de colista. Eso sí, durante el verano se había hartado de reclamar cemento.
En la presentación de Sellés, Txema Indias incidió en esa circunstancia de manera indirecta pero con un mensaje frontal que, sin querer o queriendo, dejaba en mal lugar todo lo que había ocurrido desde mitad de agosto hasta el día de la llegada del entrenador valenciano. El director deportivo no fue capaz de decir que el fichaje de Sellés era obra suya pero allí estaba presentándolo. Lo que no tuvo reparos en afirmar fue que actualmente el Real Zaragoza era el peor equipo de Segunda División, aunque no la peor plantilla. Su plantilla, claro.
O sea, por traducirlo, que Gabi no había sabido exprimir los recursos que tenía a su disposición ni los jugadores rendir individualmente como debían. Ciertamente, la plantilla de Indias no es la peor de la categoría y tiene suficiente para no ser una de las cuatro últimas. Eso por un lado. Por el otro, lo capital. Con un límite salarial real que supera los doce millones de euros, el grupo que ha formado Indias (en connivencia con Gabi Fernández) está lleno de taras, deficiencias y de dinero mal gastado. Dinero que despilfarró el director deportivo fichando con desacierto, obsesionándose con perfiles secundarios y dejando sin cubrir posiciones vitales en un equipo de fútbol con hombres relevantes.
Rubén Sellés lo pudo comprobar de primera mano en su debut en El Molinón. Lo que ocurrirá con él en adelante está por ver, hacer deducciones contundentes de un partido es excesivo, más todavía con el calendario tan terrorífico que le espera. Lo que es constatable es lo que sucedió en Gijón, que fue que la mano del entrenador se notó en el equipo. Sellés puso de su parte con su planteamiento, con la colocación y elección de los jugadores, para que todo funcionara. De hecho, en la primera parte funcionó bien.
Solo la ensució un despiste tremendo en defensa a la salida de un córner, que provocó que Otero rematara libre de marca de cabeza. En la segunda, en superioridad, a Sellés se le olvidó Moya en el banquillo. De todo lo que tenía en la reserva, Toni era el único que podía mover el balón con la fluidez necesaria para desarmar una defensa de diez perpetrada en su campo. Y es duro decirlo, cuando el rendimiento de Moya en Zaragoza ha sido totalmente decepcionante. Así están las cosas y así de mal las hizo Indias obcecándose con perfiles rudos, de suplentes reconvertidos a titulares y desdeñando la búsqueda de clase.
El equipo tiene un déficit de calidad enorme en el medio. Y, por supuesto, arriba, donde se le hace de noche cuando pisa la zona de tres cuartos. A los futbolistas se les funden habitualmente los plomos en ese punto por falta de categoría. Normalmente se lían consigo mismos, eligen mal, se enredan o tropiezan. Qué decir del gol, que parece misión imposible. Los malos resultados y la desconfianza todavía lo han alejado más. Hay jugadores que pueden marcar sin regularidad, ningún goleador puro. La falta de dominio de las dos áreas está resultando decisiva.
Uno de los culpables de que el Zaragoza esté en esta situación ya no está aquí. Purgó todos sus pecados con su destitución. La lista era larga. Los otros siguen donde estaban: los futbolistas y el director deportivo, aunque a veces escuchándolo parece que trabaje en una comuna. Este es el panorama que Rubén Sellés tiene delante de sí. En Gijón, a pesar de que en la segunda parte no gestionó bien la ventaja numérica y su equipo perdió, dejó sello de entrenador. Algo es algo, aunque aquí nada servirá si no llegan las victorias.
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