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Real Zaragoza

La protesta no surte efecto: la afición está "hasta los huevos" (y no es para menos) de un Real Zaragoza que no le representa

El recibimiento al autobús del equipo deja un herido leve, la crítica se centra en la directiva pero los jugadores no se salvan y las gradas se vacían en el minuto 75

Arturo Pola

Arturo Pola

Zaragoza

Tal y como estaba previsto, la afición zaragocista dijo que no puede más. Que, por favor, le devuelvan a su Real Zaragoza porque al actual ni lo reconoce ni le representa. Sin embargo, y para lo que se ha visto en esta ciudad en otras situaciones límite, la protesta se quedó a medio gas y no fue tan masiva como se pensaba a tenor del caldeado ambiente que se respira en unas redes sociales que, muchas veces, no se ajusta a la realidad.

Sin embargo, puntuales a su cita, alrededor de un millar de zaragocistas cabreados se reunieron en las inmediaciones del Ibercaja Estadio. Los presentes se agolparon a los dos lados de la entrada por donde tenían que aparecer por algún momento los jugadores y ahí impacientes se les iba a hacer un pasillo, pero no de los que les solían hacer al Real Zaragoza en sus buenos tiempos. Antes de que apareciera el autobús, se desplegó una gran pancarta amarilla y de letras negras en las que se leía el lema de la concentración: «Estamos hartos». Pero en realidad los cánticos que se escuchaban no eran tan finos. Porque el zaragocismo está “hasta los huevos”. Eso era lo que se escuchaba repetidamente. Normal, para todo tiene esta gente.

Una pancarta en contra de Mariano Aguilar, en la protesta de este domingo en el Ibercaja Estadio.

Una pancarta en contra de Mariano Aguilar, en la protesta de este domingo en el Ibercaja Estadio. / Miguel Ángel Gracia

Tras la pancarta se veían los carteles que han inundado las redes sociales durante esta semana, las caras de algunos de los que el zaragocismo considera los máximos culpables de la penosa situación actual del club. Las caras de Juan Forcén, Jorge Mas, Mariano Aguilar y Fernando López bailaban hacia arriba y hacia abajo mientras se pedía a gritos su dimisión. Por fin llegó el momento esperado. Desde que apareció el autobús zaragocista, los cánticos y los pitos fueron in crescendo hasta que se produjo el pasillo de la vergüenza. Nada de compasión con los jugadores, ningún aplauso y muchos gritos de mercenarios.

Hubo incluso hasta una condenable lluvia de objetos que acabaron dejando un menor herido. El joven tuvo que acudir al puesto de la Cruz Roja tras haber sido alcanzado en la cabeza, pero afortunadamente no tuvo ninguna consecuencia ni herida de importancia. Tras el momento caliente, y hasta el comienzo del partido, llegaron las reflexiones: «Si estos nos tienen que sacar de esta, estamos apañados», decía Ramón, un veterano seguidor zaragocista, que contrastaba con la juventud de la mayoría de los protestantes.

Porque aunque el cabreo era unánime, las opiniones eran distintas. Desde Gabriela, que se mostraba esperanzada y pensaba que «no sé cómo, pero no me creo que vayan a dejar caer al Zaragoza» hasta el catastrofismo de Marcelo que es de los que piensa que «si bajar a Primera RFEF sirve para que se vayan los de Miami y compañía, lo firmo ahora mismo».

El plan de acción de la protesta continuó con el prometido reparto de chubasqueros amarillos, aunque la visibilidad de esta medida en las gradas fue prácticamente testimonial. Tras el emotivo y estremecedor minuto de silencio por el fallecimiento de Jorge Casado, se produjo la anunciada espantada del zaragocismo hasta el minuto 10. Y esa salida sí que fue secundada por mucha parte de la afición, dejando una curiosa estampa que hoy se verá en muchas televisiones nacionales.

Pero había un partido que ganar, o al menos intentarlo, y cuando el balón estaba en juego la afición zaragocista hizo de tripas corazón y animó a su equipo como lo hace siempre. Hasta el segundo gol del Deportivo. Ahí la gente volvió a recordar que ya no puede más. Muchos optaron por irse a casa. A otros les dio por pitar. Visto lo visto, no será la última vez que la afición diga que «Zaragoza somos nosotros» y no los que ahora juegan, tan mal, ni los que los dirigen, incluso peor.

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