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La opinión de Sergio Pérez

El plan de ataque de Rubén Sellés en el Real Zaragoza y el extraño caso de Dani Gómez

El entrenador está obligado a repensar su plan ofensivo: sin marcar es imposible ganar

Rubén Sellés, en la banda del Ibercaja Estadio ante el Deportivo de la Coruña.

Rubén Sellés, en la banda del Ibercaja Estadio ante el Deportivo de la Coruña. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

Unos días antes de ser destituido, Gabi Fernández dejó una frase lapidaria cuando fue preguntado por los problemas del Real Zaragoza para hacer gol: “Es una situación que no se puede mejorar”. Fue su epitafio en la plaza. A Emilio Larraz hay que sacarlo de esta ecuación porque se vio solo ante el peligro un desafortunado día de octubre y el peligro lo arrolló. Al sucesor de Gabi, esos problemas todavía se le han recrudecido.

Rubén Sellés aún no ha celebrado ningún gol en la Liga. En dos partidos no ha conseguido que su equipo marque, primero ante el Sporting en Gijón, luego frente al Deportivo de La Coruña en el Ibercaja Estadio. Para intentar remediar ese gran hándicap, Sellés ha optado por una manera muy definida de buscar el gol: le ha dado el puesto de nueve a Mario Soberón, el último de la fila para Gabi, a Guti lo ha posicionado en el área del mediapunta para ganar piernas y buscar disparos desde fuera del área y en las alas ha colocado a Valery a pierna cambiada y a Marcos Cuenca.

Ese ha sido su plan. Soberón hizo diez goles la temporada pasada gracias a un arranque fulgurante en el que cada balón que tocaba acababa dentro de la portería contraria. En la actual lleva uno. Valery hizo dos en el Mallorca en Primera. Viene de un año complicado en las islas. Su titularidad está justificada: tiene más potencia, intención y cualidades que el resto. Ante el Deportivo estuvo incisivo, con giros y verticalidad. Guti convirtió otros dos. Evidentemente, no es un mediapunta. Cuenca hizo seis en Segunda RFEF.

Esos son los cuatro jugadores a los que Sellés ha encomendado la tarea del gol por ser quienes más cerca van a vivir del área rival, de momento sin fortuna ni ningún resultado visible. El entrenador valenciano ha conseguido que su equipo sea competitivo en los dos partidos, con una buena primera parte en Gijón y unos 30 minutos interesantes frente al Deportivo aunque inocuos. Algo, competir, que por otra parte ya había hecho su antecesor en varias jornadas. A los dos les está ocurriendo algo similar: el Real Zaragoza vive extremadamente lejos del gol y eso equivale a vivir extremadamente lejos de las victorias.

El Zaragoza de Sellés tiene orden, está bien puesto tácticamente y es capaz de jugar de tú a tú, al menos en apariencia, aunque con rivales como el Deportivo se percibe claramente el escalón cualitativo en el que está: por debajo. El técnico está encallando en el mismo lugar que Gabi: sus jugadores no dominan las áreas.

En el terreno ofensivo, Dani Gómez no está entrando por ahora en el plan del técnico. Seguramente es el delantero más constante, con mayor capacidad de participar del juego y de incidir en él de toda la plantilla. Suma dos tantos, más que nadie en Liga. No es un goleador, pero sí un punta productor a través del esfuerzo y el regate, aunque a veces demasiado aturullado. Sellés debería repensar su situación.

Antes que a Dani, ha preferido a Kodro o a Bazdar, la esperanza silenciosa de quien se agarra a un clavo ardiendo. El bosnio tiene calidad y calidad es lo que falta en esta plantilla. Pero carece de muchas otras cosas. Ha tenido un par de oportunidades y las ha desaprovechado. La situación es tan crítica que cualquier prueba puede ser bienvenida.

Aunque el resumen es simple: Kodro, Soberón, Bazdar, Bakis, Dani Gómez. Ninguno es un goleador. Lo que tienen por detrás es un páramo con muy poca capacidad para producir fútbol en el centro del campo. La distancia con la salvación se ha alejado ya hasta los siete puntos. El técnico debe repensar su plan ofensivo y añadir algún futbolista con más colmillo y posibilidades de hacer gol de manera natural. El Zaragoza compite, pero debe repensarse en ataque porque, por encima de todas las cosas, necesita marcar. Sin marcar es imposible ganar.

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