El coronavirus ha obligado a acotar el espacio de varios de los espectáculos callejeros de estas fiestas, que han requerido un sistema de reserva previa que no todos acaban de ver bien. Pero si para ir de juerga se buscaban muchos la vida para saltarse el confinamiento perimetral, con más motivo ha de hacerse para disfrutar del arte. Si el ayuntamiento ha habilitado vallas y mallas de ocultación, cualquier elevación, fuente, escalera o macetero, es bueno para saltárselas y otear el escenario. Y así lo están haciendo muchos zaragozanos.

También los hay que, con cierto regusto voyeur, aprovechan los agujeros abiertos en la tela para echar un vistazo al show. No es muy cómoda la mirilla para tragarse un espectáculo entero, y nadie lo hace, de todas formas. Pero el objetivo no es impedir ver la actuación, que no en vano es gratis, sino evitar aglomeraciones. Y para este fin, un agujero aquí y allá no arruina la distancia de seguridad.

La relativa escasez de plazas ha sido motivo de queja, pero se está dando una reválida para los que, como Ana Noguero, tenían muchas ganas de acudir un espectáculo pero no han podido. Ella estaba la primera de la fila ayer para ver, en el anfiteatro del Náutico, a Marcel Gros. «No pudimos coger entrada», explicaba. Pero en todos estos espacios (también en la plaza San Bruno o en la del Justicia) se está dejando entrar a un puñado de gente si los que habían reservado no acuden y no se completa el aforo.

No todos los que hacen cola tenían planeado ir al espectáculo, eso sí. En la misma fila que Ana estaban Álvaro y Antonieta, una pareja de venezolanos que están pensando en mudarse «a esta maravillosa ciudad», y la recorrían cuando se toparon con el show.

A otros vecinos no les parecía tan maravilloso, cuanto menos, el sistema de reserva. «Si no te manejas en internet o estabas trabajando no podías reservar entradas, las sacaron a mitad de mañana», lamentaba una vecina. A su lado, en la plaza San Bruno, José Bueno lamentaba el descenso de calidad en los espectáculos, incluida la pérdida de conciertos de música alternativa como los de la plaza del Justicia. A juicio de su grupo, que esperaba para acceder al espectáculo, más se hubiera hecho contra las aglomeraciones dejando todo el espacio libre.

A pocos metros, Inés y su familia se habían subido a unos escalones para ver el concierto. No les parecía mal el vallado –«de alguna forma habrá que controlar los aforos»–, pero admitían que no se habían enterado de que había que reservar con antelación. «Siempre paseamos para ver los espectáculos que hay», explicaban.