El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa, progresiva y discapacitante. Es la enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la enfermedad de Alzheimer. La enfermedad de Parkinson afecta a entre 100 y 200 personas de cada 100.000. Diversos estudios estiman una prevalencia de 31 a 328 por cada 100.000 personas en el mundo.

Al Parkinson lo caracteriza la presencia de temblor, lentitud de movimientos, rigidez e inestabilidad postural y la anomalía fundamental de esta enfermedad es la pérdida de neuronas productoras de dopamina, pero su causa es desconocida. La falta de dopamina en estructuras profundas del cerebro (ganglios de la base) comporta la interrupción de sus conexiones con otras áreas del cerebro, lo que se manifiesta clínicamente con los signos propios de enfermedad de Parkinson como el temblor y la lentitud de movimientos.

Su causa probablemente sea multifactorial, con participación de factores ambientales y hereditarios, estos últimos sobre todo en pacientes con inicio de los síntomas en edades tempranas (antes de los 50 años)

Entre los primeros signos de alarma de una posible enfermedad de Parkinson está la lenta aparición de cuatro manifestaciones clínicas principales: bradicinesia, la lentitud de movimientos; el temblor de reposo, la rigidez de miembros y, más adelante, una alteración de la estabilidad postural, de forma asimétrica, es decir, con afectación predominante de las extremidades derechas o izquierdas.

Además de las manifestaciones clínicas principales, la enfermedad de Parkinson puede presentar diversos signos y síntomas desde el inicio del proceso, incluyendo la disminución de la expresividad facial (cara de jugador de póker), la visión borrosa, el trastorno del habla con disminución de tono de voz, los cambios en la escritura con letra más pequeña, o la marcha a pequeños pasos, entre otros.

Muchos pacientes manifiestan unos síntomas no motores que pueden preceder muchos años a la aparición de los síntomas motores y al diagnóstico de la enfermedad. Entre ellos destaca la pérdida de olfato, el restreñimiento, la depresión y un trastorno del sueño que comporta movimientos vigorosos inconscientes (trastorno de conducta del sueño REM).

Descartar Parkinson

Existen una serie de síntomas que hacen sospechar que el paciente no sufre una enfermedad de Parkinson. Entre ellos, podemos señalar la presencia de inestabilidad postural y caídas desde fases muy tempranas de la enfermedad, la mala respuesta a la levodopa (L-DOPA precursor metabólico de la dopamina, y medicamento eficaz para el tratamiento del Parkinson). Otras señales que podrían descartar un diagnóstico de Parkinson son los signos motores simétricos, la falta de temblor, los trastornos del control de esfínteres precoces, la progresión rápida a fases avanzadas de la enfermedad, y el deterioro cognitivo precoz, entre algunos más.

El diagnóstico diferencial puede incluir el temblor esencial y otras enfermedades neurodegenerativas, como la demencia con cuerpos de Lewy, la degeneración corticobasal, la atrofia multisistémica, o la parálisis supranuclear progresiva, entre otras, junto con diversos trastornos causantes de parkinsonismo secundario (tóxicos, vascular, etc).

Primeros signos confirmados

El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson es esencialmente clínico. Tras la constatación de la existencia de un síndrome parkinsoniano se llevan a cabo diversos procedimientos diagnósticos complementarios (analíticas, neuroimagen, etc.) con el fin principal de descartar síndromes parkinsonianos secundarios y otras enfermedades neurodegenerativas que cursan con síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson idiopática. Posteriormente se inicia el tratamiento sintomático.

Los tratamientos disponibles actualmente actúan aumentando los niveles de dopamina en el cerebro mejorando los síntomas, la calidad de vida y la supervivencia. Sin embargo, estos tratamientos sintomáticos no actúan sobre las causas que ocasionan la pérdida de neuronas productoras de dopamina y, por tanto, no son capaces de detener el proceso neurodegenerativo. El curso clínico de la enfermedad es progresivo y la evolución es heterogénea entre diferentes casos. Se considera que alrededor de un 67% de los pacientes estarán muy incapacitados a los 10 años del inicio de la enfermedad.

Las dianas que se investigan

Uno de los principales objetivos de las investigaciones en curso es el desarrollo de tratamientos “curativos”, es decir, tratamientos que detengan o retrasen la pérdida de neuronas y, por consiguiente, la progresión de la enfermedad de Parkinson. Existen evidencias de que una proteína anómala llamada alfa-sinucleina se autopropaga a través de neuronas contiguas contribuyendo a la progresión de la enfermedad. Se están ensayando diversos fármacos capaces de unirse a las formas agregadas anómalas de alfa-sinucleina con el objetivo de impedir su propagación a otras neuronas y, por consiguiente, frenar la progresión de la enfermedad.

Factor hereditario

La mayoría de casos de enfermedad de Parkinson son esporádicos, sin que se pueda demostrar una relación con factores hereditarios. Sin embargo, entre un 20 y un 25% de los pacientes con enfermedad de Parkinson esporádica tienen al menos un familiar de primer grado con enfermedad de Parkinson y los familiares de primer grado de pacientes con enfermedad de Parkinson tienen de 2,3 a 14,6 más posibilidades de contraer la enfermedad.

La mayoría de estudios demuestran una cierta preponderancia de la enfermedad de Parkinson en hombres, si bien, otros estudios poblacionales no muestran ninguna diferencia en función del sexo. La prevalencia de la enfermedad de Parkinson aumenta con la edad. A los 60 años afectaría al 0,25% de la población, al 0,5% a los 65 años, y aumentando progresivamente hasta el 3,0 a 4,0% a los 85 años.