A veces confundir nuestros deseos con la realidad no es un buen negocio.

Es lo que está ocurriendo ahora mismo con la pandemia de la COVID-19.

Comprensiblemente hartos de restricciones, confinamientos y distanciamiento social, mucha gente ha decidido seguir adelante como si el SARS- CoV-2 ya no estuviese entre nosotros.

Y en nuestro deseo prioritario de volver a la normalidad de inmediato:

  • Las mascarillas han dejado de ser obligatorias.
  • Hemos reducido drásticamente el número de test que se hacen para que las estadísticas no nos preocupen.
  • Y acabamos por eliminar cualquier medida de distanciamiento social.

Estudio de seroprevalencia en la Comunidad valenciana

Indudablemente estamos en un escenario razonablemente bueno.

Un reciente estudio de seroprevalencia efectuado en la Comunidad Valenciana indica que:

  • Alrededor del 97% de los valencianos tienen anticuerpos contra el SARS-CoV-2, bien por haberse vacunado, haber pasado la enfermedad, o ambas cosas.
  • Cerca del 75% de la población tienen inmunidad contra el coronavirus mediante linfocitos T.
  • El estudio estima que cerca de la mitad de los valencianos se contagió en algún momento de la enfermedad.

Una de las ventajas de este estudio es que midió los anticuerpos capaces de neutralizar la variante ómicron y no solo los que neutralizan a la variante original de Wuhan.

Así que sus datos sirven para hacer previsiones de lo que puede pasar con las variantes que proliferan hoy en día.

Y, además, todo parece indicar que estos datos de la Comunidad Valenciana pueden extrapolarse al resto de España.

Conclusiones optimistas, pero…

La conclusión es que la mayoría de la población española está bastante bien protegida de las infecciones graves.

Sin duda se reducirán las muertes y las largas estancias en UCIs.

Pero todavía tenemos ante nosotros un problema doble:

  • Por una parte, que no hemos conseguido hacer vacunas esterilizantes contra el coronavirus.
  • Por otra, que el SARS-CoV-2 muta rápidamente permitiendo la aparición de sucesivas variantes cada vez más contagiosas y para las que las vacunas resultan menos eficaces.

68 veces más probabilidades de morir quien no esté vacunado

Es indudable que las vacunas contra la COVID-19 salvaron muchos millones de vidas.

Sin ellas la situación sería catastrófica. Y en este sentido los datos son tan rotundos que a día de hoy se puede afirmar que una persona no vacunada tiene 68 veces más probabilidades de morir por COVID-19 que una vacunada.

Pero por más que actualicemos las vacunas, siempre iremos un paso por detrás del virus, pues seguirán apareciendo nuevas variantes.

Incluso los que han padecido la enfermedad corren el riesgo de volver a contagiarse.

Esta es la verdadera situación a la que nos enfrentamos.

Y en este contexto escasea la sensatez.

FILE PHOTO: Healthcare worker administers the coronavirus disease (COVID-19) vaccine to a woman, in Johannesburg SUMAYA HISHAM

Esta semana ha habido 254 fallecidos y 49.829 contagiados

Sin duda es importante volver a abrazarse. Pero para seguir dándonos abrazos, ante todo hay que estar vivos y a ser posible sanos.

Y con la relajación de las restricciones y la falta de prudencia el número de contagiados aumenta.

Ya se está incrementando la presión hospitalaria y los ingresos en UCIs. Ya estamos en riesgo medio. y tiene pinta de que seguirán aumentando significativamente los malos datos.

En concreto, hoy mismo el Ministerio de Sanidad ha notificado 49.829 nuevos casos de COVID-19 en España.

De esta cifra, nada exitosa, por cierto, 25.573 contagios se han producido en mayores de 60 años.

Y lo peor de todo es que en el informe de este martes se han añadido 254 nuevos fallecimientos, en comparación con 212 el martes pasado. Un ritmo que supondría ¡más de 1.000 muertos al mes!

Un 25% de la población sin proteger es mucho

No olvidemos que según el estudio en la Comunidad Valenciana, el 25% de la población carece de inmunidad por linfocitos T, pese a que en su gran mayoría están vacunados y alrededor de la mitad ya pasaron la enfermedad.

Y el 25% de la población es mucho. Indica que muchos miles de personas todavía podrían contagiarse y morir.

En concreto estaríamos hablando de casi 5 millones de españoles de 21 años o mayores.

Y en este sentido los ancianos siguen siendo un grupo especialmente vulnerable, al igual que los enfermos con algún tipo de merma inmunitaria. Y ya se habla de que será necesaria una cuarta dosis para ellos.

El SARS-CoV-2 ha venido para quedarse

Porque, aunque con medidas de confinamiento y distanciamiento social más diligentes se pudo haber terminado definitivamente con la pandemia en los primeros meses tras detectarse, la realidad objetiva es que ahora, nos guste o no, el SARS-CoV-2 ha venido para quedarse.

Cuando se levantaron las primeras restricciones tras plantear la disyuntiva entre salud o economía, en realidad se tomó la decisión de que el SARS-CoV-2 permaneciese entre nosotros probablemente para siempre y al menos durante décadas.

A lo largo de la pandemia casi siempre hemos mirado para otro lado, negándonos a aceptar la realidad. Pero es hora de afrontar los hechos.

Un madrileño que acaba de nacer hoy tiene, de momento, una esperanza de vida 3 años y medio menor de la que tenían quienes nacieron inmediatamente antes de la pandemia.

Y lo más probable es que las cosas no mejoren a corto plazo.

Vivir bajo la amenaza del SARS-CoV-2 significa que tendremos que soportar un número de muertes anual que será de un orden de magnitud mayor que la gripe.

Muchos de nosotros y muchos de nuestros seres queridos morirán antes de tiempo por culpa del SARS-CoV-2. Otros muchos quedarán con secuelas de por vida.

Archivo - Coronavirus. JCCM - Archivo

Estamos marcados desde el neolítico

No podemos olvidar que cuando en el neolítico los seres humanos nos establecimos en asentamientos más o menos fijos dependiendo principalmente de la agricultura y la ganadería para nuestro sustento, aceptamos (sin saberlo) que las pandemias de enfermedades infecciosas nos asolarían periódicamente.

En este sentido los estudios de esqueletos humanos demuestran que los agricultores y ganaderos neolíticos tuvieron una esperanza de vida significativamente menor (alrededor de 20 años) que los cazadores-recolectores.

Las enfermedades infecciosas, principalmente zoonosis que como el SARS-COV-2 pasaron de animales al hombre, fueron las responsables de su prematura muerte.

Desde entonces las pandemias zoonóticas han sido una lacra que ha matado a miles de millones de personas.

Ahora, como con el tabaco, cada uno elige

Sin duda progresamos mucho desde el neolítico. La ciencia y la medicina nos han permitido plantar con bastante éxito a las enfermedades infecciosas.

Pero los microorganismos patógenos siguen estando ahí, y nuestro estilo de vida urbano y con grandes desplazamientos nos vuelve especialmente vulnerables a ellos.

Consecuentemente, queramos o no, para mantenernos sanos debemos pagar un precio.

Mantener medidas como el uso de las mascarillas, un cierto distanciamiento social, determinada prudencia en la asistencia a lugares con aglomeraciones, etc. son ahora voluntarias.

En este sentido podemos considerar que ser prudentes o no frente al SARS-CoV-2 será un hábito más de salud.

En cierta medida se parecerá a tomar la decisión de no fumar, hacer ejercicio o mantener una dieta saludable.

Porque si bien es cierto que fumar no es una enfermedad infecciosa, la realidad es que cada uno debe decidir, sabiendo que los fumadores tienen entre 15 y 30 veces más probabilidades de padecer cáncer de pulmón.

Análogamente podemos usar mascarilla y mantener cierta prudencia en nuestras relaciones sociales. Así nuestra probabilidad de morir por COVID-19 será decenas de veces menor que si no somos prudentes.

Cada uno elige.