Fue uno de los síntomas más sorprendentes de la COVID-19, cuando esta enfermedad todavía no tenía ni nombre y solo la conocíamos como “el coronavirus”.

La pérdida del olfato que entonces comenzó y aun no se ha logrado parar, era algo inexplicable que avisaba del comienzo de la infección y volvía locos a los científicos.

Pero ahora, casi dos años y medio después, parece que por fin comienzan a ver la luz al final del túnel.

Los investigadores están empezando a conocer como hacía el SARS-CoV-2 para provocar la pérdida de olfato.

Incluso ya están en marcha muchos potenciales tratamientos para curar esa pérdida. Algunos ya en fase de ensayo clínico, incluidos los esteroides y el plasma sanguíneo.

Una buena noticia: Ómicron no produce tanta anosmia

Anosmia fue una de las palabras que por culpa de la pandemia tuvimos que aprender. Significa pérdida de olfato, y en la primera y trágica época del “coronavirus” afectaba, a largo plazo, a más de la mitad de los contagiados.

Pero el cambio ha sido importante, y los datos obtenidos en una encuesta con 616.318 personas y publicada hace escasas fechas, son bastante significativos:

  •  Las personas que habían contraído la primera variante de preocupación, que fue bautizada como Alfa aunque era más conocida como cepa británica, tenían un 50% de probabilidades de sufrir pérdida de olfato, que los científicos denominan interrupción quimiosensorial. 
  •  La probabilidad descendió hasta el 44 % para la variante india, mejor llamada Delta,
  •  Y con ómicron, que llegó desde Sudáfrica, las pérdidas de olfato ya sólo se producen en un 17% de los contagiados.

Claro que “solo” es mucho decir. Porque si tenemos en cuenta el altísimo número de contagios en el mudo, podríamos afirmar que la pérdida de olfato todavía está afectando a muchos millones de personas.

Pérdida de olfato, nuevos avances

…Y una mala: Millones de personas siguen sin recuperar el olfato

Los efectos quimiosensoriales, que dicen los investigadores, siguen afectando a un alto porcentaje de personas que continúan sin olfato desde los primeros días de la pandemia.

Y un estudio realizado el pasado año mostraba que el 46% de quienes habían tenido COVID-19, un año después seguían teniendo problemas de olfato.

Y el 7% mantenía la pérdida total de olfato, o anosmia, más de un año después.

¿Sabemos cómo el SARS-CoV-2 nos quita el olfato?

 El primer paso para intentar encontrar un remedio para la pérdida del olfato era intentar localizar la causa, que nunca ha tenido una clara explicación.

La hipótesis más manejada desde los primeros tiempos mostraba que el virus ataca las células de la nariz, llamadas células sustentaculares, que son las que proporcionan nutrientes a las neuronas sensibles al olor.

Pero la investigación no se ha detenido y siguen apareciendo nuevos descubrimientos.

  • Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Columbia en cadáveres de personas que habían muerto a causa de la COVID-19, descubrió que aunque sus neuronas estaban aparentemente intactas, sus núcleos estaban revueltos y su arquitectura interna era completamente irreconocible.
  • Otros estudios encontraron una mutación genética que se asoció con una mayor propensión a perder el olfato o el gusto. Pero no despejó demasiadas dudas.
  • Otra investigación, para la que escanearon dos veces el cerebro de 785 personas, encontró evidencias de cambios duraderos estructurales en el cerebro de las personas con pérdida del olfato, concretamente en áreas vinculadas al centro olfativo del cerebro.

¿Hay tratamientos para recuperar el olfato?

Lo que sí hay son múltiples ensayos clínicos en busca de algo que cure esta desagradable y limitante dolencia.

Pero todavía es pronto y hasta ahora lo único que la mayoría de los investigadores recomienda es el entrenamiento del olfato.

  • Se acercan a la nariz del paciente sustancias de olor fuerte para que las huelan y traten de identificarlas, una y otra vez. Y con la repetición de ese acto se pretende impulsar la restauración de la señalización olfativa. 

Lo malo es que el método parece funcionar solo con personas que tienen pérdida parcial del olfato, y eso se reduce a 1 de cada 3 afectados.

Esterioides y plasma

Entre los tratamientos que se están explorando con fuerza aparecen en las primeras posiciones los esteroides.

La razón es que son medicamentos que reducen la inflamación, y como se sabe que la COVID-19 desencadena una inflamación extensa que podría desempeñar un papel en la alteración del olfato…

Pero en la práctica los resultados no han dejado de ser decepcionantes. 

Otra posibilidad terapéutica es el plasma rico en plaquetas.

Está hecho de la propia sangre de los pacientes y es rico en bioquímicos que podrían inducir la curación. 

Ya hay un par de estudios cuyos datos en porcentaje podrían indicar que funciona. Pero de momento los números son tan pequeños, que no se pueden establecer grandes conclusiones.

En cualquier caso, un equipo de Estados Unidos está lanzando ahora un estudio más amplio.

También está en marcha un estudio sobre el uso de la vitamina A como tratamiento. Ya ha sido eficaz en otras formas de pérdida de olfato y se intentará ver si lo es en ésta.

Pero para tener los datos de este estudio hará falta lo que queda de 2022 y algo de 2023.

Desgraciadamente, como dice Nature, para esta dolencia no hay los fondos públicos que se emplearon para conseguir las vacunas, y el ritmo es muy lento.