NUTRICIÓN

Así afecta el calor al apetito: por qué comemos menos en verano

Las altas temperaturas pueden llevar a preferir comidas más ligeras y a reducir las porciones, lo que puede provocar una ingesta insuficiente de nutrientes

Así afecta el calor a nuestro apetito

Así afecta el calor a nuestro apetito

En plena ola de calor, con temperaturas por encima de los 40 grados en muchos puntos de la geografía española, a todos nos surge la misma duda: ¿por qué se reduce nuestro apetito durante el verano? Pero ¿cuánto hay de verdad en esto?

Pues como explica la nutricionista de Blua de Sanitas, Nuria Cañas Cano, “el calor no quita el hambre de manera directa, ya que esta está regulada de forma biológica. Sin embargo, el calor sí puede tener un impacto en la sensación de apetito. Las altas temperaturas pueden llevar a preferir comidas más ligeras y a reducir las porciones, lo que puede resultar en una ingesta insuficiente de nutrientes”. 

Entre las razones que están detrás de esta falta de apetito ‘veraniega’ la experta apunta a que ante el calor el cuerpo tiene que trabajar más para regular su temperatura mediante la sudoración y la redistribución de la circulación sanguínea, lo que puede dar una sensación de saciedad temporal y ralentizar la digestión. El problema es que esa falta de apetito no significa que el cuerpo no necesite nutrientes, por lo que siempre es necesario continuar con una alimentación equilibrada y adecuada, de lo contrario podrían aparecer problemas de salud

La ola de calor remite, pero los termómetros seguirán marcando 40 grados en amplias zonas

Las altas temperaturas pueden llevar a preferir comidas más ligeras y a reducir las porciones. / ZIPI ARAGON

“Esta disminución en la sensación de hambre puede llevar a una menor ingesta de nutrientes esenciales, algo particularmente preocupante en personas mayores, niños y embarazadas, quienes necesitan una dieta equilibrada para mantener una salud óptima”, añade Nuria Cañas Cano. 

Las 3 causas que provocan la alteración del apetito en verano

Para comprender mejor qué le ocurre a nuestra sensación de apetito durante el verano, la especialista en nutrición explica la combinación de los tres factores que afectan tanto al cuerpo como a los hábitos alimentarios:

  • Termorregulación. La temperatura habitual del organismo suele estar situada entre los 36 y los 37ºC. Para mantener esta temperatura durante el invierno, necesitamos la ingesta de más calorías, lo que se traduce en un aumento del apetito. ¿Pero qué pasa durante los meses de calor? Pues que como gastamos menos energía para mantener nuestro cuerpo a la temperatura correcta, disminuye la necesidad de calorías, reduciendo así las ganas de comer.
  • Sudor. Dentro de la regulación de nuestra temperatura corporal el sudor juega un papel imprescindible. Así, en verano transpiramos más para regular la temperatura, lo que aumenta la necesidad que tenemos de tomar líquidos, e ingerir más líquidos llena el estómago, “reduciendo la necesidad de alimentos sólidos y disminuyendo la sensación de hambre”, señala Cañas.
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El sudor aumenta la necesidad de ingerir líquidos, lo que llena el estómago. / Freepik

  • Cambios de rutinas. En verano disponemos de más tiempo de ocio que nos permite disfrutar de actividades fuera del hogar, lo que se puede traducir en una menor atención a la alimentación. Y estos cambios afectan directamente en los hábitos alimenticios, “generando un patrón de consumo diferente al que se observa en invierno, cuando se tiende a pasar más tiempo en casa y se pone mayor énfasis en la preparación de las comidas”. En verano podríamos decir que comemos cualquier cosa. 

Cómo afrontar la reducción del apetito durante el verano

Ya que la falta de apetito típicamente veraniega puede provocar una ingesta suficiente de nutrientes con lo que esto puede suponer para la salud, los especialistas en nutrición ofrecen una serie de consejos para evitarlo: 

  • Más alimentos refrescantes y ligeros. Si notamos que nuestro apetito se reduce a causa del calor, lo mejor es optar por alimentos refrescantes y ligeros como frutas y verduras, ensaladas, sopas frías y batidos. Todos ellos “proporcionan nutrientes esenciales y agua, contribuyendo así a mantener una adecuada hidratación”, señalan.
Ante el calor es conveniente consumir alimentos refrescantes y ligeros.

Ante el calor es conveniente consumir alimentos refrescantes y ligeros. / Freepik.

  • Comer menos, pero con más frecuencia. La mejor forma para asegurar la ingesta de los nutrientes necesarios durante los días de más calor es realizar comidas pequeñas y frecuentes. Esta forma de alimentarse es más fácil de tolerar y digerir cuando no se tiene mucho apetito.
  • Evitar comidas calientes y copiosas, ya que pueden aumentar la sensación de incomodidad y suprimir aún más el apetito.
  • Y si no apetece comer, pero sí beber, una buena opción es escoger bebidas como las infusiones frías zumos naturales o aguas con rodajas de limón u hojas de hierbabuena sin añadir azúcares
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