Dice la leyenda que en mitad de la batalla contra el ejército de Mahoma un misterioso caballero blanco diezmó las defensas de Wasqa hasta la victoria para la enseña de Aragón. Dicen que era el mismo San Jorge aparecido para bien de la cristiandad y su reconquista. Esa batalla descansa en páginas de libros de historia, en escudo para la ciudad, en ermita en el altozano y en nombre de estadio de fútbol. En ese Alcoraz apareció ayer otro caballero de uniforme inmaculado, curiosamente musulmán, Enes Unal, para asestarle una herida dolorosa.

Sería injusto darle sólo los titulares al turco. Su general se merece la fama. El planteamiento de Bordalás fue el verdadero triunfador. Unal fue el ejecutor. La estrategia del Getafe salió victoriosa ante un Huesca que deshace lo conquistado. De salir del pozo a volver a las mazmorras de Loarre, a tres puntos de la salida, tras una semana de triple derrota. Tocará reiniciar, volver a creer, porque no queda otra y porque esto no ha acabado. Aunque se ponga difícil.

Las vibraciones iniciales emanaban intranquilidad. No engañó el cuerpo. Olía mal. No se atisbaba confianza, seguridad y peligrosidad. Faltaba algo. No era tanto el deseo o los nervios. Era por mérito de la pizarra de Bordalás. El Getafe parecía saber mejor su papel pese a llegar sin saber ganar desde hace seis partidos. Presión arriba y salidas rápidas, poblar el centro y cerrar las bandas. No conceder espacios y esperar el gol, adelantarse. 

Al Huesca le costaba más acostarse en la versión de dominador, de lo que quería ser con Míchel, de posesión larga y paciencia, de romper esa primer línea de contención que le costaba una barbaridad. Los avisos iniciales fueron visitantes sin armar mucho jaleo, pero evidenciando una tendencia peligrosa que se hizo carne en una secuencia de antes, en un fallo defensivo. Porque la inactividad de la supuesta superioridad de los tres centrales permitió a Enes Unal ir a por el rechace del cabezazo limpio de Mata a centro de Damián en una jugada comenzada en un transporte en largo de Timor. Gol.

Ese adelantamiento era la premisa deseada por Bordalás y Pacheta. El premio envenenaba la presión en el coco del adversario. Con ella tendría que lidiar un Huesca incómodo en la creación, con Mosquera muy rodeado de indios y la inseguridad de los centrales para sacarla en limpio. La profundidad únicamente se escarbaba por la izquierda y a cuentagotas, sin peligro real y sin espacios para el galopar de Rafa Mir, que no pudo correr hasta la media hora. Y hasta el 41 no tuvo una oportunidad de verdad en un cabezazo en el primer envío al área pequeña y se repetiría en el 43 sin puntería. Pronto llegó el descanso.

Pacheta buscó la reactivación en los cambios. Algo tenía que hacer porque el plan A, el que tiene, no le valía. Sacó a Siovas por su cualidad en la salida en largo y a un delantero como Escriche camuflado como interior. No dio casi ni tiempo para saber si la apuesta era ganadora. Porque emergió la figura de ese caballero blanco. Cabalgó por el flanco izquierdo, asentó la pelota como una lanza enroscada a su empeine, la trató hasta la frontal del área donde se sabía invencible para ejecutar en lanzamiento mortal hacia el palo imposible de Andrés. 

Dominio y control

Tanta ventaja ya saben que significa. Ahora sí que el Getafe cedió el campo sin por ello atemorizarse. Sabía que tenía controlado el partido y la mente de un Huesca que no encontraba soluciones y vulnerable por la rentabilidad de las ocasiones madrileñas, fantasma del pasado que pensaba había ahuyentado. Ese runrún no le permitió dar un paso al frente ni romper el entramado robusto de Bordalás.

Más cambios. Dejar la línea de cinco atrás y añadir otro delantero, Okazaki. Ni con esas, porque el problema no era tanto los hombres o acumular arietes arriba, sino la superioridad absoluta del Getafe en el ministerio táctico. Hasta una mano de Andrés evitó el tercero de Maksimovic antes de una opción de hat trick para Unal.

Centro y balones al área para que rematase Mir, que alguna tuvo, siempre por alto, ninguna clara y menos convertida. Los minutos fueron pasando siendo casi todos conscientes de que el milagro era imposible, que San Jorge no vendría al rescate, que se había ido con los otros, que las leyendas se quedan encerradas en los libros.

Las realidades son duras. El Getafe se escapa y algo el Alavés. El Valladolid está a dos pero con un partido menos. No vale sólo con atrapar al Elche, que esta jornada ganó y queda a tres. Quedan cinco partidos, suficientes, pero el Huesca ha cedido no sólo el terreno que tanto le había costado remontar, sino su confianza. Lo bueno es que si ya lo hizo una vez, si Pacheta consiguió hacer creer a este grupo de jugadores, puede volver a hacerlo. Porque en esta batalla no acabó la guerra. 

FICHA TÉCNICA

Huesca: Andrés Fernández; Galán, Insua (Doumbia, min. 68), Pulido, Vavro (Siovas, min. 45), Pedro López (Sergio Gómez, min. 68); Mosquera, Seoane (Escriche, min. 45), Ferreiro; Rafa Mir y Sandro (Okazaki, min. 77).

Getafe: David Soria; Damián, Djené, Timor, Olivera; Nyom (Juan Iglesias, min, 84), Maksimovic (Aleñá, min. 88), Arambarri, Cucurella; Mata (Ángel, min. 88) y Enes Unal (Chema, min. 79).

Goles: 0-1, min. 20, Enes Unal. 0-2, min. 51, Enes Unal.

Árbitro: Martínez Munuera (colegio valenciano). Tarjetas amarillas a los locales Ferreiro y Escriche y a los visitantes Enes Unal y Arambarri.