Al final solo quedan los recuerdos. Las imágenes breves, los instantes fugaces que queman la memoria imborrables. De esta temporada no se quedarán con aquel resultado de aquella jornada, el gol efímero o la alineación caduca, pero sí le acompañará para siempre Asier Villalibre barbudo con su trompeta. La serenata de la Supercopa del Athletic es ya una fotografía para la historia. Al Huesca de esas este año tiene pocas para su álbum: las lágrimas de Ontiveros hacia su abuela, los cuernos de diablo de Rafa Mir o la pose inquieta de Pacheta en la banda o en la sala de prensa. Le restan tres jornadas para terminar de rematar su colección de la salvación en la que esta miércoles (20.00) tendrá un nuevo encuadre para un selfie feliz.

En dos semanas se sabrá en qué categoría jugará cada cual después del verano de vacunación. Seis pretendientes, seis, quedan a estas fechas de la fiesta y únicamente las victorias pondrán a uno a un lado de la línea o al otro. No queda otra más que ganar. Como siempre. Y como nunca. Porque para nada servirán los lamentos de los otros como consuelo, como tras esa oportunidad perdida en Cádiz. Vencer es la única salida para este entuerto, como ante la Real Sociedad. Esa es la puerta de liberación.

Para ello el Huesca tiene que reaccionar y no repetir la inseguridad defensiva que se le llevó por delante en el Ramón de Carranza. Las lagunas en la retaguardia volvieron a lastrar a un conjunto alterado en su línea fundacional. Volverá Jorge Pulido tras su sanción al timón de esa trinchera de tres centrales con Siovas y Vavro y regresará también Jaime Seoane a la siguiente para dar equilibrio. Estas reformas perfilarán un once más parejo, con la acostumbrada duda en la portería, al que recuperó sensaciones y tres puntos en el último encuentro en el Alcoraz. 

SENTIRSE DOMINADOR / Más allá de quienes y donde, al Huesca lo que le hace falta es sentirse y hacerse dominador, dar un paso al frente, como un valiente, apretar en la presión con disciplina, mostrarse cómodo con la pelota, estar veloz y fresco con todos los músculos y más con el fundamental, el cerebro, explotar espacios concedidos y alcanzar con facilidad y bravura el área contraria. Y concretar, estar preciso en ese instante, en esa foto deseada, en esa canción de trompeta, flauta o gaita que es el gol.

Porque el gol se está convirtiendo en un lastre en las recientes jornadas. Dos goles en los últimos cinco partidos, con cuatro derrotas, son poca carga para acometer el viaje hacia la permanencia. Pese a recuperar Rafa Mir el olfato en Cádiz con una obra de arte, la ausencia de ocasiones es una tendencia a invertir con arrojo y verticalidad. Ese talante matador ante un adversario, con seis bajas y negociando sus pírricas opciones de entrar en zona europea, es decir, con casi nada que perder más que su honor y honra, lo mismito que el Cádiz, debe ser innegociable desde el primer minuto y hasta el último.  

LAS COSAS CLARAS / Hay una cosa más que clara. El Huesca no saldrá descendido de esta jornada, pero sí mejor o peor posicionado para acometer las últimas dos jornadas, ya en horario unificado, este domingo en el Benito Villamarín ante un Betis que quiere entrar en Europa, y en casa ante el Valencia que certificó hace dos años el descenso.

Pero desengáñense. Dará igual que tropiece el Getafe en Vigo este miércoles o que el jueves el Valladolid no logre alzarse ante el Villarreal o el Eibar no sume la tercera en remontada ante el Betis. Dará igual salir o no de la franja de descendidos virtuales o seguir en ella encadenado. Nada de eso sirve. Lo único válido y real es lo que haga el Huesca, su resultado, su victoria, sea con un fútbol precioso o desastroso, con goles de maravillosa rabona o con la napia de rebote. Y eso, en definitiva, debe ser ganar convencido de su juego, de sí mismo y sus potencialidades, valiente e ilusionado, seguro y confiado en sus posibilidades, fuerte en mente y en piernas, dispuesto a todo en 90 minutos. Todo aquello que tiene que hacer para vencer, su pose en la foto para el recuerdo.