La negra estela del Prestige llegó ayer a Zaragoza. No físicamente, pero sí estaba presente en la mente y en el corazón de las chicas del Extrugasa. Las gallegas debían centrarse por unas horas en lo suyo, en jugar al baloncesto y apartar los problemas que viven en Villagarcía de Arosa, su ciudad. Les resultó imposible. Perdieron otra vez (son las colistas de la Liga Femenina) contra el Filtros Mann en el Príncipe Felipe y no consiguieron olvidarse de la frustración que dejaron unos mil kilómetros atrás. Sus prioridades se han transformado desde que el nombre de Prestige se adherió con tristeza a sus vidas. "Vayas por donde vayas sólo se habla de eso. En los entrenamientos, cuando vas a la compra, en casa... la preocupación es total. Nos ha afectado a todos porque el 80% de los que viven en la Ría de Arosa tienen relación profesional con el mar", explicaba ayer Rocío Carballo, la capitana y paradójicamente la única gallega del grupo.

ECHAR UNA MANO La tragedia se ha instalado en cada rincón de Galicia, nadie ha salido indemne. Por eso no pueden darle la espalda a sus vecinos y quieren echar una mano como sea. "Nos estamos pensando ir esta semana directamente a ayudar. Coger la pala y tirarnos a la playa", comenta Jordi Fernández, técnico del Extrugasa. El deporte se ha solidarizado con la causa, se ha puesto la mascarilla y ha cogido la pala. Los jugadores del Teucro, el conjunto de balonmano de Pontevedra, se lanzaron a la arena para retirar fuel y equipos como el Madrid o el Deportivo de La Coruña quieren jugar partidos benéficos para ayudar a los pescadores gallegos.

Los miembros del Extrugasa han sido protagonistas en primera persona de la desesperación de su pueblo por solucionar el problema. "La gente se está volviendo loca. Un chaval de la cantera del club, que es mariscador, estaba tan desesperado que el otro día se tiró al mar con su barca. Estuvo 15 horas, recogió siete toneladas de fuel, pero ni se dio cuenta de que se estaba hundiendo. Se salvó por poco", relata Fernández, que critica la falta de medios para paliar la marea negra. "Cuando se quemó el Liceo muchas empresas aportaron dinero. Aquí nada. Es también un problema clasista", opina el entrenador. "Es triste ver como no hay ni bidones para dejar el chapapote" , desvela Rocío Carballo.