El calcio es el mineral más abundante en nuestro organismo. La práctica totalidad del mismo se halla en el tejido óseo, mientras que un mínimo porcentaje, alrededor del 1%, se encuentra distribuido en otras estructuras orgánicas.

El aporte de calcio constituye una premisa básica para la salud. No obstante, las necesidades de este mineral varían según la edad. Dado que el calcio que ingerimos acaba depositándose en los huesos, es lógico pensar que será más necesario en las etapas de crecimiento. Además, los mecanismos de absorción intestinal pierden parte de su eficacia con el transcurso de los años, por lo que los ancianos pueden ver comprometido el aporte necesario de calcio. No obstante, a cualquier edad es imprescindible ingerir abundante mineral. De ahí, la importancia de conocer qué alimentos lo contienen en mayor cantidad. Hay que tener muy en cuenta que ante la falta de aporte nutricional, el organismo acude a las enormes reservas de calcio que representa el esqueleto, lo que incrementa de forma significativa la fragilidad del mismo.

De todos los alimentos disponibles, la leche y sus derivados como el queso y los yogures, son los que aportan las mayores concentraciones de calcio. Además, desde el punto de vista de la absorción digestiva, el calcio proporcionado por estos alimentos es mejor que el procedente de otros productos. En este sentido es importante mencionar cuáles son las sustancias que favorecen esta absorción. La lactosa, el azúcar que contiene de forma natural la leche y la vitamina D actúan facilitando el tránsito del calcio hacia el interior del organismo. Por el contrario, existen algunos compuestos como los fitatos o los oxalatos, presentes en muchos alimentos de origen vegetal, que pueden llegar a interferir en esta absorción.

El abuso del café, del alcohol o la ingestión de grandes cantidades de sodio o proteínas de origen animal predisponen a pérdidas elevadas de calcio.