"El furtivo es como el ladrón: tiene que tener la sangre fría y ser más listo que nadie para intentar que no lo pillen". Pero al rubio de Camelle, Manuel Tajes Sánchez, de 53 años, la Guardia Civil le ha trincado más de una vez capturando percebes en la Costa de la Muerte de manera ilegal. Una vez pasó la noche en el cuartelillo: llevaba 57 kilos. Pagó una multa de 802.000 pesetas. "Nací furtivo y moriré furtivo. A mi edad, ya no tengo remedio".

Nunca se ha escondido. Todos los mariscadores saben de dónde salen los percebes que captura. Le maldicen en voz alta, "por envidia", pero la mayoría le adora. No respeta los seis kilos diarios de captura ni las vedas.

Captura el preciado marisco de forma ilegal: buceando con un compresor entre las rocas que hay bajo el agua, donde se crían los mejores percebes. Lo único que respeta es su compromiso con los mariscadores de su pueblo de no faenar nunca en sus zonas.

Furtivo por necesidad

Asegura que se hizo furtivo por necesidad. Tiene ocho hijos. "Hubo una época en que sólo se podía ir al percebe seis meses al año y mis hijos comían los 12 meses; por tanto, necesitaba traer dinero", explica.

Así empezó su leyenda. El año pasado, el alcalde de Camariñas le impuso la medalla de oro de la ciudad por su participación en el rescate de víctimas en más de medio centenar de accidentes marítimos. "Nadie en la Costa de la Muerte conoce el litoral mejor que yo. Hasta con los ojos cerrados, con sólo tocarlas, reconozco cada una de sus rocas", explica orgulloso. Por eso, cada vez que hay un naufragio, los mismos guardias civiles que le multan cuando lo descubren in fraganti le llaman para que les ayude a localizar a los ahogados.

"No puedo decir nada malo de los guardias civiles. La mayor parte de las veces hacen la vista gorda, pero, claro, de vez en cuando tienen que multarme para cubrir el expediente", asegura.

De sus ocho hijos, los tres varones han seguido sus pasos. Buceadores profesionales como el padre. También están de furtivos. Eso sí, como él, capturan el erizo de forma legal, "para cubrir los seguros", justifica. Por eso, ahora, a diferencia de otros que están completamente ilegales, el rubio de Camelle sí ha podido recibir las subvenciones oficiales por el paro forzoso provocado por la maldición del Prestige.

"La vida del furtivo es muy dura", asegura. Cada vez que sale a faenar, toda una red de colaboradores conectados por teléfono móvil alertan a este hombre de los movimientos de vigilantes, guardias civiles y patrulleras de la Xunta. "Lo que pasa es que ahora con los helicópteros estamos jodidos y nos controlan desde el aire", asegura, orgulloso de su leyenda.