El Papa hizo ayer un "llamamiento apremiante" para que "el mundo no ceda a la desconfianza a pesar del terrorismo", en su mensaje de Navidad pronunciada en la plaza de San Pedro del Vaticano. Además, Juan Pablo II invitó a todos los creyentes y hombres de buena voluntad a comprometerse en la lucha por la Paz, sobre todo en Tierra Santa y en Oriente Próximo, en directa alusión a Irak, cuyo nombre no pronunció.

"Navidad, misterio de paz. Desde la gruta de Belén se eleva hoy una llamada apremiante para que el mundo no caiga en la indiferencia, la sospecha y la desconfianza, aunque el trágico fenómeno del terrorismo haga crecer las incertidumbres y temores", indicó el máximo representante de la Iglesia católica.

"Los creyentes de todas las religiones, junto con los hombres de buena voluntad, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación, están llamados a construir la paz: ante todo en Tierra Santa, para detener finalmente la inútil espiral de ciega violencia, y en Oriente Próximo, para apagar los siniestros destellos de un conflicto, que puede ser evitado con el esfuerzo de todos", señaló.

Juan Pablo II expresó el deseo de que el mensaje de Navidad pueda ser recibido también "en Africa, donde las carestías devastadoras y las luchas intestinas agravan las condiciones, ya precarias, de pueblos enteros, si bien no faltan indicios de optimismo; en América Latina, en Asia, en otras partes del mundo donde crisis políticas, económicas y sociales inquietan a numerosas familias y naciones. ¡Que la humanidad acoja el mensaje de paz de la Navidad!", afirmó el Papa.

Juan Pablo II, de 82 años, se mostró menos cansado en relación a la noche pasada en la que se celebró la misa de Navidad en la basílica de San Pedro. Además, había renunciado a leer su mensaje desde la galería central de la iglesia a causa de las obras que se están realizando en la gran sala de las bendiciones.

Alrededor de 20.000 fieles se reunieron en la plaza, bajo un cielo gris y lluvioso, mientras millones de telespectadores creyentes de una cincuentena de países del mundo entero recibieron el sermón en directo por televisión.

El Pontífice, sonriente, dirigió sus deseos de una feliz Navidad en 62 lenguas e idiomas.