Es una de esas realidades que conocen los adolescentes de Estados Unidos pero que ni siquiera imaginan muchos padres y que, en algunos casos, descubren cuando es demasiado tarde. El uso de pastillas y jarabes para la tos y el resfriado como drogas inductoras de estados alterados de conciencia --para "colocarse"-- se ha disparado y, según el Centro de Control de Envenenamientos de California, ese consumo es ahora 10 veces mayor que en 1999.

Unos 2,4 millones de adolescentes estadounidenses, uno de cada 10, se colocaron con esos medicamentos vendidos sin receta en el 2005. Es el mismo porcentaje de consumidores de cocaína en esa franja de edad, y supera incluso el consumo de metanfetaminas (drogas de diseño).

La técnica de uso --detallada en páginas de internet donde cualquiera puede calcular las dosis dependiendo de su altura y del nivel de colocón que busque-- se conoce como robotripping. El nombre nace de un popular jarabe, el Robitussin, que es el segundo medicamento más usado para estos viajes (el primero es el Coricidin, unas pastillas conocidas en la calle como triple C o skittles).

En 1973 se retiró del mercado un producto similar, llamado Romilar, al descubrirse que se usaba con esos fines, pero reapareció con fuerza a finales de los 90. En el último año el uso de estos medicamentos como drogas ha aumentado el 50%, impulsado sobre todo por jóvenes de 9 a 17 años. Los chicos de 15 y 16 años son quienes más lo consumen, seguidos de los niños de 12.

DEXTROMETOFANO MORTAL "Existe la sensación de que no es dañino porque no es ilegal y eso da una falsa sensación de seguridad", explicaba recientemente en televisión Misty Fetko, una mujer de Ohio que en el verano del 2003 vio morir a su hijo de 18 años por complicaciones relacionadas con el uso de medicamentos con dextrometofano. Ese es el componente de los jarabes y pastillas en cuestión.

El fármaco tiene el efecto de los opiáceos y puede causar arritmias, aumento de presión arterial y, en caso de sobredosis, la muerte. Aunque varias cadenas de comercios han restringido voluntariamente la venta a menores de 18 años, estos medicamentos están disponibles en muchas tiendas y los padres los mantienen en el botiquín de casa.

La adicción tiene ya varias víctimas mortales, además del hijo de Fetko. Una de ellas es Lucía Martino, una californiana de 16 años. En septiembre pasado, tras tomar 20 pastillas de Coricidin, fue hospitalizada. Los médicos tuvieron problemas para dar con la causa de su fallo hepático. Cuatro días más tarde entró en coma y una de sus amigas habló a una enfermera del Coricidin. No sirvió de nada. Lucía murió.

Un vistazo a varias páginas en internet deja claro, sin embargo, que hay más jóvenes interesados en aprender a usar estos medicamentos que padres preocupados.