El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, rechazó ayer en el Congreso de los Diputados cualquier retraso en la inauguración del AVE en Barcelona, previsto para el 21 de diciembre, pese a los perjuicios que está causando en la tan maltratada red de Cercanías de Barcelona. La demora en la llegada "no es una solución", sostuvo. Si acaso, solo serviría para "retrasar los problemas". El jefe del Ejecutivo exhibió un tono muy firme --acababa de debatir con el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, sobre la tan en boga batalla política a cuenta de los símbolos patrios--, al responder, durante la sesión de control al Gobierno, a una pregunta del portavoz de IU-ICV, Joan Herrera. El diputado le dijo que tampoco pasaba nada si se posponía "el corte de la cinta", que la inauguración era menos importante que dar un buen servicio.

¿Prisas? No hay ninguna prisa. "El plazo supone el cumplimiento del desarrollo natural de las obras", señaló Zapatero. Por un lado, reconoció que "los fallos en Cercanías tienen que ver en estos momentos de una manera muy directa con las obras del AVE a Barcelona", pero, por otro, miró al anterior Gobierno del PP para recurrir al argumento habitual de los socialistas en esta cuestión. A saber, que el constante mal funcionamiento ferroviario se debe a "los retrasos históricos" de inversión en las infraestructuras de Cataluña.