Como si el sol hubiera bajado con rabia a la tierra, las llamas consumen el sur de California. Pese a las perspectivas de que por la tarde se redujera la intensidad del viento, permitiendo una mayor intervención desde el aire, 16 incendios se mantenían activos ayer y los evacuados eran casi un millón. El masivo éxodo entraba así en los anales del estado y supone el mayor desplazamiento forzoso de población en Estados Unidos desde el de los huracanes Katrina y Rita en el 2005.

Cuatro días después de que se encendieran las primeras chispas de la catástrofe, la cifra de fallecidos directamente por efecto del fuego es de tres personas. El nivel de destrucción material es grave y los primeros cálculos oficiales hablan de 700 millones de euros solo en el condado de San Diego. Las aseguradoras se preparan para una avalancha de reclamaciones e intentos de fraude.

Arde California. Los dueños de 1.500 casas han perdido sus hogares y otros 68.000 tienen amenazadas sus propiedades por el fuego. La mayoría de los 90 aviones y aeronaves preparados para luchar contra las llamas desde el aire seguían ayer por la mañana en tierra. Los bomberos, que se confiesan sobrepasados y empiezan a dar señales de fatiga, intentaban crear prioridades en la lucha contra los diversos focos. Y aunque en áreas del norte de la zona afectada como Malibú el porcentaje de contención de los incendios alcanzaba el 75%, nuevos problemas aparecían en el sur. En el condado de San Diego, se unieron dos fuegos que hasta ayer ardían por separado.

REACCIÓN GUBERNAMENTAL Hubo evacuados ayer que recibieron con agrado la noticia de que podían volver a sus casas para evaluar los daños. Para otros, en cambio, la pesadilla comenzó al recibir las llamadas "inversas" del 911, el número de la policía, recomendándoles o instando a la evacuación.

Esta vez, las autoridades han reaccionado con rapidez. El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, es una presencia constante en centros de evacuados y medios, que los afectados siguen con avidez. Incluso el presidente del país, George Bush, en un intento de borrar la imborrable imagen de negligencia que dejó grabada tras el Katrina, ha puesto ayuda federal a disposición de autoridades y víctimas.

Bush, que hoy va a visitar la zona afectada, ayer firmó una declaración de desastre. Ese gesto significa la movilización no ya solo de efectivos de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias, sino también la garantía de que autoridades locales y estatales y las víctimas dispondrán de fondos de las arcas centrales para su recuperación. "Vamos a asegurarnos de que nuestros esfuerzos son coordinados y respondemos a las necesidades de la gente", dijo.

NO ES LOUSIANA California, ha quedado claro, no es Lousiana. Y la diferencia se manifiesta no solo en la reacción de la Casa Blanca, sino en un análisis social de los afectados. Katrina devastó muchas zonas del Golfo de México pero su zona cero fue Nueva Orleans, un núcleo urbano, y muchos de quienes no evacuaron la ciudad fueron gente sin recursos. En California, en cambio, aunque el fuego no ha hecho distinciones de clase ni raza, las zonas amenazadas son localidades suburbanas, más tranquilas que las grandes ciudades. Los refugios están llenos pero no se ven en ellos, sino en las calles del downtown de San Diego, lejos de las llamas, a una increíble cantidad de "sin techo" parecidos a quienes vagaban en Nueva Orleans.

La crisis ha servido también para observar inusuales gestos positivos. Acostumbrados a criticar con duras palabras a México por lo que consideran laxitud en la lucha contra la inmigración ilegal, los ciudadanos estadounidenses ahora se deshacen en halagos. El alcalde de Tijuana y el gobernador de Baja California han puesto a disposición de los californianos su ayuda y están regalando suministro eléctrico a zonas que lo han perdido por las llamas. Son, según el alcalde de San Diego, "el vecino perfecto".