Una historia diferente pero con muchas similitudes, que, como en Chile, tuvo un final feliz cuando los mineros que perforaron el túnel bajo los Alpes desde el Norte, en el cantón suizo-alemán de Uri, y los que lo hicieron desde el Sur, en el cantón suizo-italiano de Tesino, se encontraron a medio camino a la altura de la localidad de Sedrun.

CEREMONIA Una gran ceremonia, con asistencia de un millar de personas, entre autoridades, habitantes de la zona y los propios trabajadores, enmarcó esta jornada histórica para Suiza que concluyó una gran etapa simbólica en la construcción de este paso ferroviario que se abrirá al tráfico en 2017, según los planes.

Tras las bendiciones de un sacerdote católico y un pastor protestante la enorme tuneladora responsable de perforar la roca se puso en funcionamiento desde el lado norte para horadar los últimos 180 centímetros que la separaban del túnel de base del sur.

Unos 20 minutos después, y en medio de los aplausos de los asistentes, la pared rocosa se derrumbó con estrépito abriendo un boquete que dejó al descubierto la luz del otro lado del túnel. Después, los mineros procedentes del sur de los Alpes treparon por una escalerilla y fueron saliendo uno a uno para encontrarse con sus colegas del norte.

El primero en pasar, un obrero austriaco, portaba una estatuilla de Santa Bárbara, protectora de los mineros, que colocó en un pequeño altar con velas y con las fotos de los 8 operarios muertos en este tajo en 15 años de trabajos. El encuentro selló el final simbólico de la primera fase de un largo proyecto que ya ha desbancado al túnel de Seikán (Japón), de 54 kilómetros, como el más largo del mundo, y que tendrá un claro efecto medioambiental al traspasar de camiones al ferrocarril gran parte del tráfico de mercancías.

Para perforarlo, las dos tuneladoras llamadas por los mineros Heidi y Sissi, han progresado 40 metros por día, funcionado 320 días al año y excavado unos 24 millones de toneladas de roca, el equivalente a cinco veces el volumen de la pirámide de Keops.

El túnel de San Gotardo ha debido superar varios referendos populares en Suiza así como algunas críticas por el alto coste: unos 7.500 millones de euros.