Los ritmos del Vaticano no son de este mundo. La lluvia de pequeños destellos que ha desplegado el papa Bergoglio en apenas siete días no ha alterado un ápice el funcionamiento de la curia. Como es tradicional, el papa Francisco ha confirmado a todos los cardenales al frente de las congregaciones por un año. Nada nuevo. En esta monarquía absoluta, el cambio de Pontífice deja en funciones a todos los cargos. Una situación que hay que remediar a la espera de tomar decisiones. Pero la consecuencia es que uno de los protagonistas del Vatileaks, el cardenal Tarcisio Bertone, seguirá al frente de la todopoderosa secretaría de Estado.

Pocas revoluciones, a corto plazo, ni en las relaciones exteriores ni en el gobierno interior. Y menos cambios aún en el nombramiento de nuevos obispos que seguirán en manos de una de las estrellas de las quinielas del cónclave, el cardenal Marc Ouellet.

Los principales asuntos, pues, de la carpeta española en el Vaticano pueden tardar dos años en resolverse. En medios eclesiásticos se da por seguro que los cardenales de Madrid y de Barcelona, Rouco y Martínez Sistach, seguirán en el cargo pasados los 77 años, una prórroga de más de dos años sobre la edad de la renuncia. Un margen de gentileza del nuevo Papa hacia quienes han sido sus electores y un tiempo también razonable a la espera de los previsibles relevos en la secretaría de Estado y en la Congregación para los Obispos. Pero los candidatos para estas grandes diócesis no se improvisan y habrá que buscarlos entre quienes ya son obispos.

El mejor situado para la capital de España es Antonio Cañizares exarzobispo de Toledo y hombre de confianza de Ratzinger en la curia. Cañizares tiene 67 años, una edad razonable --en términos eclesiales-- para hacerse cargo de una diócesis como la de Madrid y, de rebote, de la Conferencia Episcopal Española. A favor, tiene la prudencia política que demostró en el conflicto abierto entre Mariano Rajoy como líder del PP y la cadena radiofónica de los obispos a propósito de los dardos que lanzaba Federico Jiménez Losantos. Cañizares supo poner paz entre la Iglesia y su principal referente político en España, el PP. En contra de Cañizares está el desaire que puede suponer regresar de Roma para ocupar una diócesis en España, camino que se podría interpretar como una degradación. Pero para el papa Bergoglio sería una manera elegante de deshacerse de uno de los colaboradores más cercanos de Ratzinger.

MEMORIA DE LA TRANSICIÓN

Cañizares sería garantía de buenas relaciones con la mayoría absoluta de Rajoy. En el tablero español, los temas pendientes con el Vaticano responden, como en otros campos, a los asuntos mal resueltos en la transición. La financiación de la Iglesia a través del IRPF, la aportación del Estado y la exención del IBI son una espada de Damocles que el Gobierno puede lanzar contra el episcopado si llega a incomodarle políticamente.

Tampoco será fácil encontrar un candidato para Barcelona. El cardenal Martínez Sistach se ha ganado la prórroga con la operación de la Sagrada Família que supo conectar con la intención de reconquistar Europa proclamada por Ratzinger. El actual arzobispo de Barcelona podría alargar su mandato hasta el 2015 e influir decisivamente en la sucesión. El mejor situado es Joan Enric Vives, actual copríncipe de Andorra en su condición de obispo de la Seu d'Urgell. Tiene 63 años, ha gestionado con discreción el complicado papel de jefe de Estado y conoce perfectamente Barcelona. Nacido en el Poblenou tiene, como Bergoglio, experiencia directa en las parroquias. Además, el copríncipe andorrano tiene suficiente pedigrí catalanista para sobrevivir al proceso soberanista si llega a plantearse.

El principal factor en contra para que Vives dé el salto a Barcelona es encontrarle sustituto. Urgell es una plaza difícil porque requiere dotes de estadista. La solución podría ser el obispo más joven de Cataluña y de España: Xavier Novell, nombrado para Solsona hace poco más de dos años.

Tan seguro doctrinalmente como bien parecido físicamente, Novell empezó con mal pie por su exposición a los medios pero, convenientemente requerido por el nuncio, ha rectificado y tiene una larga carrera por delante. La sustitución de Novell sería mucho más sencilla

Las principales decisiones de la carpeta española pueden esperar al menos dos años. Quedarán en manos del sustituto de Bertone. Esa será la clave en este y en otros asuntos del pontificado de Francisco. La procedencia, la ideología y el talante del próximo secretario de Estado aclararán la profundidad de sus reformas. Los gestos de los primeros días pueden diluirse o intensificarse.