La gestión de la inmigración

Melilla espera el gran salto

La Guardia Civil pronostica una avalancha masiva contra la valla. Temor entre las oenegés por los tres kilómetros de cuchillas nuevos

Hasta ahora, los inmigrantes que accedían a Melilla por la valla saltaban por una veintena de puntos de los 12,7 kilómetros que mide el muro que separa Marruecos de la ciudad. La nueva alambrada con cuchillas (concertina) que el Ministerio del Interior acabó de instalar la semana pasada se ha colocado precisamente en esas zonas calientes por las que habitualmente accedían los subsaharianos.

Tres kilómetros de alambre en forma circular con cuchillas de acero inoxidable que se ha instalado a seis metros de altura y que se diferencia del resto de concertina que nunca se retiró porque al ser nueva el metal brilla todavía.

Los otros diez kilómetros de valla sin nuevas cuchillas son el objetivo de los 2.000 inmigrantes que esperan su oportunidad en los campamentos del monte Gurugú. Lo intentarán provocando una avalancha multitudinaria, según las informaciones con las que trabaja la Guardia Civil de Melilla.

MANTAS PARA AMORTIGUAR Según estos informes policiales, los subsaharianos del otro lado de la frontera conocen la valla a la perfección. Durante los meses que permanecen en el Gurugú dedican las 24 horas del día a esquivar las redadas de la policía marroquí, a buscar comida con la que sobrevivir y a planificar el salto. A cada tramo de la valla le han asignado un nombre. Saben cuáles son los puntos más débiles. Y ya conocen dónde están situados la veintena de tramos por los que no deben saltar para evitar las nuevas cuchillas colocadas a seis metros de altura. En el 2005, esas mismas alambradas cortantes no frenaron los saltos. En esa época, los subsaharianos se protegían con capas de ropa y guantes de jardinero con los que minimizaban los cortes, y se acompañaban de mantas para amortiguar el efecto de las cuchillas. Su agilidad quedaba mermada y el salto era más lento, lo que permitía a la Guardia Civil y a la policía marroquí ganar tiempo para llegar al punto de entrada y detener a los que lograban saltar o quedaban atrapados entre las alambradas.

EL ÚNICO BENEFICIO Precisamente ese es el "único" beneficio que ve la Guardia Civil a la instalación de una alambrada que no ha decidido el instituto armado, sino el Ministerio del Interior. Las ONG que trabajan con los inmigrantes sostienen sin embargo que con las cuchillas volveremos a ver las imágenes de subsaharianos desangrándose junto a la valla. El Gobierno será incapaz de soportar la presión, añaden, y como ya le pasó a José Luis Rodríguez Zapatero en el 2007, Mariano Rajoy se verá obligado a retirarlas, vaticinan.

Pero antes de que eso pueda o no ocurrir, la Guardia Civil trabaja para intentar evitar ese salto masivo que se prevé para los próximos días. Desde el verano permanece en Melilla un helicóptero de Málaga que se dedica exclusivamente al control de la frontera. Desde ese helicóptero se grabó la semana pasada la imagen con cámara de visión nocturna de una hilera perfectamente organizada de casi mil hombres descendiendo por un sendero del Gurugú en dirección a la valla. El aviso de la Guardia Civil a la policía marroquí, que los ahuyentó a palos, frenó el intento de salto.

La vigilancia se ha intensificado desde entonces. Los 12,7 kilómetros de valla están controlados las 24 horas. Por la noche se ilumina el perímetro y su aspecto es fantasmagórico. El pasado mayo se cambiaron las cámaras de seguridad por otras 42 que controlan con mejor imagen un perímetro sembrado de alarmas.

La valla se vigila desde el Centro Operativo Complejo, una sala instalada en la comandancia de Melilla y desde la que la Guardia Civil controla las imágenes que facilitan las cámaras. Cuando se enciende una alarma, el monitor principal de la sala conecta con ese punto. El tiempo de llegada de la patrulla no supera los dos minutos. Los que logren esquivar a los agentes, habrán entrado.

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