Los salmones desaparecieron del Rin en los años 40 del pasado siglo cuando los países que atraviesa el mayor río de Europa occidental decidieron construir en su cauce diversas presas destinadas a fabricar electricidad, contener las inundaciones y favorecer la navegación. Los salmones y otros peces migratorios procedentes del Atlántico, así como varias especies exclusivamente fluviales que también efectúan grandes movimientos, se encontraron de repente con unos obstáculos insalvables que les impedían remontar el río y sus afluentes hasta los lugares de aguas frías ideales para su reproducción. Los diques renanos no tienen el desnivel de los embalses españoles, pero miden al menos 10 metros de altura. Es un salto infranqueable.

Seis décadas después, el cauce del Rin vuelve a observar el futuro con optimismo. Con un poco de suerte, sobre todo en las migraciones de primavera y otoño, los visitantes que acuden a la presa de Gambsheim, en la frontera franco-alemana, pueden observar cómo los salmones y otras especies menos vistosas pero igualmente interesantes, como las bremas, los bagres y los barbos, sortean la presa en dirección a Suiza gracias a un sistema de remontes inaugurado en el 2006. Se trata de un circuito de agua de unos 200 metros de largo formado por 39 pequeños escalones que intentan reproducir las condiciones ideales del río imperturbado. Paso a paso, los salmones logran saltar los 10 metros del dique y se reincorporan al cauce del Rin.

SALUD AMBIENTAL Parte del éxito actual es paradójicamente el resultado de una catástrofe ambiental, la que sufrió en 1986 una fábrica de la empresa Sandoz en Basilea (Suiza) que vertió al río 20 toneladas de insecticidas que contaminaron el agua hasta los Países Bajos. A raíz del desastre, en los países ribereños surgió con fuerza una conciencia ecológica que reclamaba revertir el mal estado en que se encontraba el Rin. Si se lograba que volvieran los peces migratorios, empezando por los simbólicos salmones, sería señal de que el objetivo se había cumplido.

El programa de restauración se concretó con la construcción en el Rin de los dos mayores saltos para peces de Europa: en el 2000 fue en la presa de Iffezheim y un poco después, en el 2006, en la de Gambsheim (Francia). Una década después, "el balance es muy positivo", dice Gabriel Edel, de la asociación Saumon-Rhin, entidad francesa que promueve el regreso del salmon al Rin. Ahora se está construyendo un tercer paso cerca de Estrasburgo.

Paralelamente a la instalación de los remontes, desde hace 15 años se lleva a cabo en la cuenca un plan de reintroducción a partir de alevines de salmón obtenidos en el Loira y su afluente el Allier, en el centro de Francia. Como los salmones tienen gran filopatria o querencia por volver a los orígenes, los alevines soltados en el cauce descienden hasta el Atlántico, donde crecen durante tres años, y luego remontan el Rin para poner los huevos en el mismo lugar donde fueron liberados y morir. "El programa de reintroducción tardará muchísimos años. Hasta ahora solo pasan por los dos saltos un centenar salmones por año", añade Edel. Pero, como comentan en el centro de visitantes de Gambsheim, para otras especies de notable tamaño el éxito es espectacular: el recuento muestra que este año ya han superado el salto más de 2.000 bremas, 2.000 barbos y 1.500 aspios. Aunque el objetivo es conseguir que los salmones lleguen hasta las fuentes del Rin, en Suiza, los que lo logran actualmente son casos raros.

El salmón está protegido en toda la cuenca del Rin, por lo que los pescadores tienen la obligación de devolver los ejemplares. No obstante, antes de que se puedan volver a consumir, siempre queda la opción de observarlos en un espacio habilitado en Gambsheim, en el llamado Passage 309. Los niños se quedan boquiabiertos.