Teresa Romero ha vencido al virus del ébola. Una nueva prueba analítica prevista para este lunes deberá confirmar los resultados positivos obtenidos por la efectuada este sábado. Se conocerá este lunes el resultado del último análisis que confirmará que la auxiliar de enfermería Teresa Romero, de 44 años, ha vencido al ébola. El sábado su carga viral ya era "indetectable", avanzaron a este diario fuentes hospitalarias, que advirtieron de que el proceso de curación es irreversible porque el sistema inmunitario de la paciente está funcionando a pleno rendimiento y está fabricando gran cantidad de anticuerpos.

Eso es lo que dicen las análiticas mientras Romero pide casi a gritos abandonar la habitación número ocho de la sexta planta del Hospital Carlos III en la que ingresó hace 14 días. «Quiero irme a mi casa ya», les dice a los sanitarios. Su aspecto ha mejorado visiblemente. Desde el sábado pasa más tiempo sentada en el sofá de su habitación que en la cama. Camina entre las cuatro paredes para mover las piernas y reclama compañía, mimos y conversación. «Pide saber qué es lo que ocurre allí fuera. Está muy charlatana, parece que haya comido lengua», detallan fuentes sanitarias.

DESVANECIMIENTO

Ese buen ánimo provocó que el sábado una enfermera sufriera un desvanecimiento al sobrepasar el tiempo aconsejado, de 55 minutos, dentro de la habitación de Romero. Como la paciente está animada y quiere charla, la sanitaria alargó su estancia y con las altas temperaturas de este fin de semana, dentro del traje protector, se desmayó. Un incidente sin mayor trascendencia. La paciente está atendida las 24 horas, y se intenta entrar a atenderla solo cuando es estrictamente necesario para reducir los riesgos de contagio.

Por esa misma razón Romero sigue sondada, para que solo sea necesario asearla una vez al día, aunque en la jornada de hoy también se le podría retirar la sonda. Lo que sí le han retirado ya es el respirador, la mascarilla de oxígeno que tantos problemas le dio al principio y que se quitaba con manotazos casi sin darse cuenta.

Desde el sábado por la tarde Romero lleva unas gafas nasales, dos pequeñas cánulas que se introducen por ambos orificios de la nariz para permitirle respirar mejor. Su uso implica que la necesidad de oxígeno no es muy elevada ya que la concentración de oxígeno que se administra es baja. Este artilugio es mucho más cómodo que la mascarilla.

Hace una semana Romero sufrió una crisis respiratoria, la segunda en dos noches, que puso en alerta al equipo médico. Su organismo estaba fabricando anticuerpos, su carga viral nunca fue muy elevada, pero su pulmón izquierdo le provocaba serios problemas respiratorios. Fumadora de hasta tres paquetes de tabaco rubio al día, según su amiga Teresa Mesa, durante estos 14 días ingresada la paciente ni ha mencionado la palabra fumar.

Lo que sí tiene es hambre, un apetito feroz que en los últimos dos días le ha permitido no saltarse ni una sola de las comidas. «Desayuna, almuerza, come, merienda y cena... Está hecha una campeona», detallan fuentes del hospital.

Y está hambrienta de saber lo que está pasando fuera de esa habitación en la que todavía deberá permanecer aislada unos cuantos días más hasta que se recupere del todo de sus problemas respiratorios. El ébola no deja secuelas, pero el virus sí ataca a órganos como los riñones, el hígado y, en el caso de Romero, los pulmones, su punto débil.

AMOR TELEFÓNICO

Desde hace tres días, Romero habla a diario con su marido a través de los teléfonos de la habitación. Son conversaciones de entre diez y quince minutos en los que se dedican mimos y cariños y en las que Javier Limón, el esposo, trata de evitar cualquier tema que pueda afectar el ánimo de su mujer.

Romero sigue pregunando por su perro, Excálibur, y su marido, como puede, tira balones fuera para no decirle por teléfono que el perro finalmente fue sacrificado. Un grupo de piscólogos del hospital de la Paz trabajan desde el primer día con los pacientes del Carlos III y con el personal sanitario. A Limón le están ayudando a afrontar el reencuentro con Romero y la manera de ir contándole todo lo que le espera.

El marido teme por encima de todo que el miedo por desinformación provoque un efecto de rechazo hacia su mujer. «Cuando Teresa Romero reciba el alta será muy importante que se explique que no existe ningún riesgo y que es imposible que ella pueda contagiar. Debe de estar loca por recibir un abrazo», resumió ayer la amiga de la pareja Teresa Mesa, que ya ha pedido poder visitar a la paciente en cuando sea posible.