La hermana Paciencia Melgar sobrevivió al ébola en el infierno de un centro de aislamiento de Monrovia, la capital de Liberia. Enfermó al mismo tiempo que el misionero Miguel Pajares y pidió ser repatriada con él pero el Gobierno se negó porque es guineana. Dos meses después la ha traído a España para utilizar sus anticuerpos y a pesar de todo solo tiene palabras de agradecimiento. En su primera comparecencia ante los medios de comunicación, este lunes, ha afirmado que no guarda "rencor a nadie por no haber podido venir a España cuando tenía el virus". "No soy española”, ha dicho asumiendo como propio el argumento del Gobierno español.

En realidad viajó a España para intentar salvar al segundo misionero repatriado, Manuel García Viejo, pero a las pocas horas de llegar, éste ya había fallecido. "Me desanimé mucho por no llegar a tiempo. Si se hubiera aligerado” el traslado del sacerdote, podría haberse salvado, lamentó.

Desde que llegó, Paciencia, se ha sometido a dos extracciones de plasma destinadas a Teresa Romero, lo que le ha hecho "muy feliz por poder hacer el bien". "No se si se curó por mi plasma, pero estoy muy contenta de que se haya recuperado", señaló. "Dios escribe derecho en renglones torcidos", ha dicho la hermana de la Congregación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción en su primera comparecencia pública tras haber superado el ébola

GRITOS DE AUXILIO SIN ATENDER

Los cuidados que ha recibido Teresa no tienen nada que ver con la experiencia vivida por Paciencia en el centro de aislamiento de Monrovia, donde cada día "veías morir a tu vecino, o al de enfrente”. El telón de fondo eran los gritos de auxilio de enfermos que no eran atendidos por nadie debido a la falta de personal. "Los sanitarios no podían estar mucho rato con los trajes puestos por el tremendo calor y cuando salían nadie los relevaba", contó la hermana. También escaseaba el material más básico. "Se necesitaba oxígeno para un enfermo y me pidieron que llamara a mi hospital a ver si se lo podían enviar", ha recordado.

Las camas no eran tales, sino camillas. De tan estrechas, que muchos dormían con los colchones en el suelo. Había un solo baño para 30 personas, "sin las mínimas condiciones higiénicas".

Para que este infierno acabe "urge la ayuda internacional", ha reclamado la hermana, tras recordar que los hospitales y las escuelas están cerradas y las empresas se están marchando de Liberia. “No es solo un problema de África”, clamó. “Me da pena que detrás de mi he dejado a mucha gente que sigue sufriendo”, ha laamentado.

Sobre cómo pudo contagiarse, la misionera y también enfermera ha explicado que pudo tocarse los ojos. "Me acuerdo de que un día se me caían las gafas y yo las intentaba colocar bien porque no veía, cuando atendía a un paciente", ha dicho.

De momento, ni Paciencia, ni la congregación se han planteado la posibilidad de regresar a Monrovia para seguir trabajando con enfermos de ébola en la Congregación de Misioneras de la Inmaculada Concepción, en la que, según ha explicado, ha estado trabajando durante doce años, junto a los hermanos de la Orden de San Juan de Dios.

"Formábamos un gran equipo en donde cada uno portaba su granito de fe, esperanza, solidaridad y amor, desde esa entrega a los enfermos y necesitados, hasta que en el mes de agosto vino la epidemia del virus y se llevó por delante a cuatro misioneros y cinco trabajadores del hospital", ha recordado.